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viernes, 16 de marzo de 2018

QUEMANDO ETAPAS



A lo largo de nuestras vidas vamos quemando etapas sin casi darnos cuenta. Las vivimos casi que sin traumas, casi como un "ya era hora". Tenemos ansias de avanzar, de que pase el tiempo para llegar a la siguiente etapa, una etapa que nuestra cabeza ha puesto como una etapa alucinante, aventurera, con muchas más cosas que hacer y con menos bocas mandonas. Nos pasamos la niñez queriendo ser adolescentes para ir al instituto, poder salir con los amigos y descubrir el mundo de la calle. Queremos acabar el instituto porque en la universidad estudiaremos lo que realmente queremos sin imponer nada que odiemos. Queremos tener novio y llegar rápido a la mayoría de edad. Queremos casarnos para poder vivir nuestra vida en nuestra casa, queremos tener hijos y ser felices y comer perdices. Ansiamos estas etapas con una locura un tanto absurda. Adoramos las etapas futuras y las tenemos en un pedestal pensando que será una balsa en la que nadar con tranquilidad. Creemos firmemente que en el futuro está lo mejor, que solo puede ir bien... Sin embargo, no nos acordamos que todavía somos seres inocentes que no entiende de problemas, obstáculos que superar, ni penas que vivir. 

Vivimos en el sencillo mundo mágico de nuestra imaginación. Así, sin más. Ansiamos el futuro y cuando llegamos el bofetón puede aturdirnos sin remedio. Porque no todo es fácil, no todo es matemático, no a todas las personas les va igual de bien que en las películas o en las novelas. No todas las vidas son color de rosa, de hecho, creo que ninguna. Nadie nos ha engañado en el fondo. Sencillamente hemos creído como verdadero, como real aquello que hemos visto o leído. 

Con nuestra pieza TEA también hemos ido quemando etapas. Y todas ellas muchas veces con miedo. No ella, ella es una criatura inocente que sólo camina hacia delante, sin ese miedo al qué pasará, cómo será o si irá todo bien. Mi pieza TEA juega con esa ventaja de vivir en el aquí y ahora. No tiene esa conciencia del mañana. No importa si le dices que mañana toca dentista, dormirá a pierna suelta igual que cualquier otro día. Sólo es en el presente cuando mi pieza TEA sufre o se divierte o se emociona. Solo es en el momento cuando decide sentir ante una nueva situación. Así que pasar de una etapa a otra, antes de que produzca no le supone nada. 

Sin embargo, pasa etapas. Pasó una primera en la guardería, cuando ninguno de nosotros imaginaba que se avecinaba el autismo. En esa primera etapa, quizás sufrió por no entender nada, por no saber qué se le pedía ni que se esperaba de ella. Mi pieza TEA fue feliz en la guardería. Rió, lloró, jugó, se enfadó, pero la pasó, día tras día y siempre de la mano de su señu y de unos compañeros pequeños pero que sabían respetar lo diferente de mi pieza TEA.


Sin casi darnos cuenta, empezamos la etapa en la escuela. Su miedo no era mi miedo. Me jugué todo a un cole que no sabía de autismo, del que no conocía los recursos que me iban a ofrecer. Un cole en el que el día de las puertas abiertas escuché la frase:"aula de educació especial on vénen els nens que pobrets..." Oír de un responsable del centro el adjetivo pobrets (pobrecitos) me hizo saltar las lágrimas, pensando en que quizás me había equivocado de lleno. Aun así, esa era la única opción. Fue un inicio duro, donde nadie entendía nada, ni nadie sabía por dónde empezar. Pero seguimos adelante, yo intentando dar pautas, herramientas y ellos finalmente iniciando un trabajo que durante tres años ha ido creciendo y perfeccionándose. Donde el día a día con mi pieza TEA ha sido cada vez más plácido, más normal y con menos percances, aunque siempre hemos tenido que superar rigideces, miedos y negaciones de mi pieza TEA. 

Estamos finalizando una etapa. Mi pieza TEA no lo sabe. No sabe que su futuro podría ser uno u otro. Ni se le ocurre pensar que quizás en setiembre no esté en su querido y conocido cole, con sus queridos y conocidos compis o con sus adultos queridos y conocidos. No sufre al pensar que quizás toque  cambiar de aires para ir a una escuela de educación especial, con cole nuevo y desconocido, con compis nuevos y desconocidos y con adultos a los que conocer. Ella no sufre por lo que vaya a ocurrir en setiembre. Para sufrir estoy yo. Yo y mi imaginación, yo y mi observación de lo que se avecina y de lo que sabe hacer mi pieza TEA. Durante estos primeros meses del año, me quedaba sin respiración al pensar que se había iniciado la cuenta atrás para llegar a fin de curso. Se me escapaba la lágrima al pensar en un cambio tan grande. No porque lo viera mal, sino porque creo que aun no toca, que todavía se puede rascar mucho y sacar mucho partido de mi pieza TEA. Solo hace falta ese clic que cuesta apretar. Me cuesta pensar en ese futuro que un día seguramente llegará pero que no quiero que llegue aun. 

Durante dos meses, la preocupación por el setiembre que viene no me ha dejado dormir tranquila, no me ha dejado disfrutar conduciendo. Era una pena anticipada ante un futuro que podía ser o no. 

A día de hoy ya sé el futuro de mi pieza TEA. Ya sé cual es su nueva etapa. Ya casi imagino los nuevos retos que le esperan y cómo lo llevaremos a cabo. Siento miedo porque habrá muchos cambios, pero no serán de cole, ni de compis ni de adultos. Seguimos pa'lante. Vamos a hacer primero de primaria, vamos a probar, a descubrir hasta donde podemos llegar. Me siento feliz, llorona de alegría por el peso que me he quitado de encima... bueno un peso que hemos aplazado un año más. 

Una nueva etapa nos espera en setiembre. Con ilusión, con miedos, con coraje. Sabiendo y teniendo claro que mi pieza TEA con mucho esfuerzo se adapta a los cambios. Soñando con ese clic que quizás está a la vuelta de la esquina, esperando un logro importante, como lo fue el primer bon dia en el cole, como fueron las primeras repeticiones de palabras, como lo ha sido la conciencia de saber que cada cara, cada persona tiene un nombre propio o escuchar esa vocecita contar hasta 100 o reconocer los colores.

Orgullosa como siempre de sus avances, a su manera, a su ritmo. Como debe ser. Así que cómo no, seguiremos pa'lante, siempre pa'lante.  


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