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miércoles, 30 de noviembre de 2016

CANCIONES DE MI PIEZA TEA: IMAGINE

Hay canciones que pasan sin pena ni gloria, que sólo cuatro locos agradecen que se haya compuesto y cantado, o quizás salen a la luz por gracia y obra del poderoso caballero don dinero. Y piensas... "¿tanto talento esperando la oportunidad y esto es lo que vale?". Otras veces, el verano se llena de hits inolvidables pero que no pondrías nunca en un "varios"... Canciones como la del Tiburón, o el tractor amarillo o incluso la famosa la Barbacoa... son canciones que acompañan un verano, que asociamos muchas veces a momentos mágicos de la adolescencia o a lo aburrido de aquel verano sin los amigos de siempre. Sin embargo, acudimos a ellas cuando decidimos dar un toque más divertido a cualquier reunión o fiesta que se preste.

imágenes extraídas de internet
Después están aquellas canciones que cada uno tiene como un tesoro, que no pueden faltar en el famoso "varios" por mucho que la hayas escuchado millones de veces. Son aquellas canciones que casi casi nos definen. Son las que nos ayudan a hacernos una idea de cómo es esa persona. Yo a veces pienso que soy difícil de descifrar. Canciones de Frank Sinatra, de ACDC, de Joaquín Sabina, algún clásico de Pink Floyd (y no precisamente el "I wish you were here"), alguna canción de la Unión, o alguna canción pegadiza del momento... Parece que viva en el pasado, que no quiera avanzar, pero es que sin mis canciones de siempre no puedo vivir. Porque todas estas canciones me las sé de pe a pa, porque puedo cantarlas de principio a fin, sin equivocarme, porque si necesito sacar rabia pongo una de ACDC, si necesito emocionarme un poco y sacar lagrimilla ahí está "Vivir al este del Edén" y si quiero conducir como si flotara en una nube Frank Sinatra me canta "Come fly with me". Y si ya es necesario subir la moral y tirar pa'lante siempre  tocará Dire Straits y su "Sultans of swing".

Y ya por último están las canciones de culto. Aquellas que sí o  sí, pasan de generación en generación, que se convierten en himno durante una fase de nuestras vidas, sobretodo cuando buscamos nuestro lugar en el mundo, cuando queremos formar parte de un grupo, de algo. Son clásicos entre los clásicos... Led Zeppelin, The Doors, Beatles o los Rolling Stones... Da la sensación cuando eres adolescente que conocer estos grupos y venerarlos es lo más. Eres más interesante, sabes de música, de la buena música. Y encima culturizas a la prole mostrando lo geniales que son los Doors y toda la historia que llevó en la espalda Jim morrison. 

interior de dos libros de COU
Suelen ser grupos de culto más que canciones de culto. Pero si hay una canción universal, que generación tras generación se ha cantado, se ha vivido y se ha convertido en el mayor himno donde los haya, es "Imagine" de John Lennon. Cada uno lo interpreta a su manera... Paz mundial, una sociedad mejor, un mundo más bonito, un sueño por el que luchar. No recuerdo bien que fue para mí "Imagine" en mi adolescencia. Sólo sé que un viejo amigo, un grande en lengua inglesa me la escribió enterita. Y que yo, con esa hoja escrita con letra minúscula y muy inclinada hacia la derecha, me la aprendí, intentando pronunciar lo mejor posible todas las palabras que componían ese himno. Y creo, ahora recordando con mucha perspectiva que para mi "Imagine" era la esperanza, el creer que algún día habría un mundo en el que encajaría yo, chica tímida y del montón donde las haya, que se esconde entre bastidores porque le da miedo pisar el escenario de la vida.... Por todos lados escribía palabras que daban pistas de cómo me sentía por aquel entonces. Los libros de texto petados de frases célebres o títulos de canciones deprimentes pero que me encantaban... Y a la vez, bien grande, también aparecía Imagine. Porque esperaba algún día poder sonreírle a la vida. Encajar o avanzar, ir a la par de los demás, que la soledad me abandonara.... y es que con mis historias mentales dejé escapar la locura de la adolescencia... Pero eso es pasado, y lo pasado, pasado está.

"Imagine" desapareció de mi vida durante muchos años, porque le gustaba a mucha gente, porque se hacía pesada, porque me recordaba muchas cosas, no sé. Hasta que volvió a formar parte de la banda sonora de mi vida. Mi pieza TEA la puso para nosotros. La primera vez que tuvo una temporada de oirla una y otra vez fue a través de un bonito vídeo de youtube de un león que se reencontraba con la persona que le salvó la vida. Un vídeo que corrió por whatsapps por lo tierno de las imágenes. A mi pieza TEA le chifla ver videos en el móvil y descubrió el del león. Tenía dos años. Y podía ver la emoción en sus ojos escuchando a Lennon cantando Imagine, o quizás se emocionaba al ver los sentimientos expresados en las imágenes. No lo sé. El caso es que le gustaba y podía ponerlo 20 veces si era necesario. Hasta que un día le dio. por borrar todos los vídeos del móvil y nunca más lo vio.

Pues hace un par de meses, como hago de vez en cuando, cambié mi usb de música en el coche. Y lo único que hice fue copiar pegar, de canciones que tenía en el ordenador. Pues bien "Imagine" se pegó en el USB. Y mi pieza TEA, la reconoció, y decidió que le gustaba mucho esa canción, que era necesario escucharla cada día. Y que yo no me podía negar. Así es que cada mañana y cada mediodía, antes de bajar del coche y entrar al cole, mi pieza TEA, con sus deditos mullidos busca los primeros acordes de "Imagine" y cuando la encuentra, ahí se queda, embelesado, mirando al infinito, escuchando como si fuera la primera vez ese himno a la paz. Y yo me lo miro y pienso que quizás él esté imaginando un mundo mejor, un mundo que él pueda comprender y que los de fuera puedan y quieran comprenderlo a él. Un mundo donde no se excluye a nadie, donde todos y cada uno de nosotros contamos, un mundo donde las risas y sonrisas es lo que vale y que si aparecen lágrimas siempre haya un abrazo sincero, un beso en la frente o una mirada de comprensión. Donde no se juzgue a nadie, donde todo el mundo quiera entenderse... Un mundo utópico, un mundo imaginario... o quizás un mundo que un día será real.


miércoles, 23 de noviembre de 2016

ANTES Y DESPUÉS

De vez en cuando a todos nos da por ordenar aquel cajón que abres a menudo pero que cuesta de cerrar porque está lleno de cosas. En realidad es el cajón de los medicamentos, o quizás es el cajón del escritorio donde teóricamente guardas ordenadamente tus lápices, tus bolígrafos, unos cuantos clips, el tippex, los post-its, tijeras... y un millar de cosas más que no sabes ni que existen.

El día que nos da por sentarnos frente a ese cajón, abrirlo y sacar todo lo que allí se esconde para volver a guardarlo curioso, ese día descubrimos más de una vez tesoros olvidados. Una entrada que nos recuerda aquella tarde de teatro, ese paseo previo por el Gótico de Barcelona, con un frío espectacular pero que daba igual porque era un momento bonito, compartido, con ilusión. O encontramos aquel lápiz que tanto nos gustaba porque era de minas y era el que siempre habíamos utilizado. No sé. Muchas veces, al ordenar cajones abrimos de paso las puertas de la memoria. Aparecen recuerdos olvidados, o a veces ni recuerdos olvidados, sino sencillamente borrosos que sabemos que están ahí que algún día los recuperaremos para volver a hacerlos nítidos, con colores vivos y alegres. 

Pero es cierto, que cuando nos adentramos a ordenar cajones, también nos alegra desprendernos de objetos que no sirven para nada, o que su recuerdo no tiene ese valor extra que tienen otros. A veces llegamos a llenar una bolsa entera y pensamos cómo es posible que en un cajón tan pequeño hubiera tanto trasto. 

Y es que ordenar un cajón o un armario, o el baúl de los juguetes de los niños es un ejercicio increíble para las emociones. Ordenar nos pide ser fuertes para desprendernos del pasado, no ayuda a recordar bonitos momentos o nos abofetea con un mal recuerdo enterrado y casi olvidado. Ordenar nos da impulso para cambiar... Aunque reconozco que a mi me cuesta ponerme.

Sin embargo ayer decidí ordenar. Pero no eran cajones, ni armarios, ni estanterías. Eran carpetas. Pero no carpetas físicas como las que llevan los nenes al cole, eran las carpetas de mi ordenador... Mis imágenes, Mis descargas, Mi música, Mis documentos... La idea era dejar ordenado todos los apuntes y actividades de las distintas asignaturas de la carrera. Y encontré un documento llamado "Dia a dia" ... De golpe recordé qué era. Recordé muchas de las cosas que escribí ahí. Y lo abrí y lo leí. Son 13 páginas de un diario escrito para que algún día mi pieza TEA lo leyera. Era explicar las cosas del día a día que nos ocurrían en casa. La idea era dejar por escrito aquellas pequeñas cosas que mi pieza TEA iba consiguiendo desde que nació. Se quedó a medias, pero ayer entendí que tiene un principio y un final. Que en ese documento entran las esperanzas de una madre feliz con su bebé, que aparecen las primeras preocupaciones, que se describen muchos signos que entonces no tenían importancia, pero que ahora, releídos de nuevo, daban muchas pistas del autismo de mi pieza TEA. Fue duro ir leyendo y ver cómo explicaba con inocencia y como normal cosas tremendamente características de muchas piezas TEA... Juguetes luminosos y con música, movimiento excesivo, obsesión por mirar luces de un radiador, disfrutar y conectar con él a través de la música, no hablar, llorar como un bendito en su segundo cumpleaños mientras cantábamos el cumpleaños feliz... Pero lo bueno, lo tremendamente bueno fue, que mientras leía no lloré, no me derrumbé por lo que pudo haber sido y no sabemos si será... Porque señores, lo que pudo haber sido y no fue no entra en mis planes con mi pieza TEA. No. Será o no será, quizás sí o quizás no. No pienso, no imagino, sólo sigo, sólo ando, como los burros, pa'lante, siempre pa'lante, de la mano de mi pieza TEA, apoyándome en superpapá TEA observando cómo aguantan la red los otros 16, por si caigo, por si arrastro conmigo a mi pieza TEA y a superpapáTEA. 

Así que hoy, quería compartir el principio y el final de ese documento, pero no. Sólo quiero compartir el principio. La parte bonita la que tiene esperanza, la que disfruta de su hijo y sus cositas... El final, el momento del diagnóstico, ese da igual. Porque cada uno lo vive y llora como puede, cada uno se lo echa a la espalda a su manera... y porque no, porque las penas ya sabemos cómo se viven y porque vale la pena recordar que siempre hay partes buenas, partes bonitas y son las que merecen la pena. 

Como siempre, lo pongo en catalán para que quien me conozca ponga mi voz, después, como siempre, os lo pongo en castellano. 

"Estàs a punt de fer dos anys Arnau. Han passat molt ràpid, tant que encara no m’ha donat temps a conèixe’t del tot. Dos anys en els que t’he vist dia a dia iniciar el teu particular camí cap al món. Des de que vas néixer has mostrat un caràcter únic, una manera particular de moure’t en aquest món una pèl estrany, difícil potser, però sempre amb un somriure i una alegria immensa en la teva cara. El primer cop que vas somriure va ser el dia que feies un mes. Tan grassonet, amb aquesta mirada tan neta i noble que tens. Les llàgrimes em van venir als ulls perquè em somreies a mi, a la teva mare. Va ser preciós. Però un dels millors regals que m’has donat va ser la primera rialla, carcajada en toda regla. Era el dia de la mare i amb el papa vam anar a passejar per Cambrils. Quan ja érem dins del cotxe, tu dins del cuco lligat i mirant cap amunt vas veure que la teva rateta, el drapet que t’ha acompanyat fins ara en els teus somnis, et mirava, amb les seves orelletes de mides tan diferents… i llavors, vinga a riure. Era un so tan bonic tan ple de vida i de fet t’és fàcil fer-te farts de riure, amb pessigolles, amb jocs de córrer, amb formes diferents de posar objectes…. Mai, Arnau, no perdis mai aquesta rialla que ens omple de vida a casa, que ens fa riure a nosaltres també i ens permet compartir sentiments als tres."


"Estás a punto de hacer dos años Arnau. Han pasado muy rápido, tanto que todavía no me ha dado tiempo a conocerte del todo. Dos años en los que te he visto día a día iniciar tu paricular camino hacia el mundo. Desde que naciste has mostrado un carácter único, una forma particular de moverte en este mundo un poco extraño, difícil quizás, pero siempre con una sonrisa y una alegría inmensa en tu cara. La primera vez que vas sonrisa fue el día que hacías un mes. Tan gordito, con esa mirada tan limpia y noble que tienes. Las lágrimas me vinieron a los ojos porque me sonreías a mí, a tu madre. Fue precioso. Pero uno de los mejores regalos que me has dado fue la primera risa, Carcajada en toda regla. Era el día de la madre y con el papa fuimos a pasear por Cambrils. Cuando ya estábamos dentro del coche, tú dentro del cuco atado y mirando hacia arriba viste que tu ratita, el trapito que te ha acompañado hasta ahora en tus sueños, te miraba, con sus orejitas de tamaños tan diferentes ... y entonces, venga a reír. Era un sonido tan bonito tan lleno de vida y de hecho te es fácil hacerte hartos de risa, con cosquillas, con juegos de correr, con formas diferentes de poner objetos .... Nunca, Arnau, no pierdas nunca esa risa que nos llena de vida en casa, que nos hace reír a nosotros también y nos permite compartir sentimientos a los tres."


viernes, 11 de noviembre de 2016

DESENTERRAR UN SUEÑO OLVIDADO

Cierro los ojos y los veo. Como casi cada mediodía mientras superabuelaTEA terminaba de hacer la comida. Cierro los ojos y los veo ahí todos sentados, en orden, estáticoS. Todos me miran con ojos expectantes y no se mueven.Tampoco quieren hablar, pero yo les hago hablar. En mi mente ellos me hablan, me cuentan sus cosas, me explican la lección y desean ser adoptados. Hay algunos a los que adoro, a los que no cambiaría por nada del mundo, y otros, no muchos, que me daría igual que se fueran o que no estuvieran. Estos últimos llegaron sin pedirlos, sin ganas de tenerlos, pero al parecer eran lo más del momento.

Cierro los ojos y veo esa carpeta rosa llena de hojas cuadriculadas partidas en ocho partes y grapadas. En total 32. Para catalán 16. Para castellano otras 16. Sigo mirando dentro. Ahí está. La lista. Por orden alfabético. Con varias hojas cada una de una asignatura. Todas con los nombres por orden alfabético. Como debe ser. Al lado de cada nombre pequeños recuadros con números. Algunos sólo dieces, otros oscilando con los ochos y los nueves, otros, perdonándoles la vida con seises y cincos, y como ocurre en la vida misma alguno que otro con ceros, bien redondos, bien grandes.

Cierro los ojos y recuerdo... Bea, Dulce, Esther, Kikosito, Leslie, Mireia, Montse, Nina, Romina, Sergi, Tiernecito, Tono y Tona. Faltan tres, pero mi recuerdo ya no me permite encontrarlos. O quizás mi memoria me falla y no eran 16 y eran 13. No lo sé, pero apostaría por 16. Esos 16 muñecos que me hacían volar la imaginación, sacar y desarrollar el juego simbólico... aquello de lo que carece hoy por hoy mi pieza TEA y que quizás algún día surja... o quizás no. No lo sé.

Algunos de mis muñecos (imágenes extraídas de internet)

Y es que mis muñecos eran mis alumnos. Jugaba a ser maestra. A enseñarles cosas tan simples como las semejanzas y diferencias entre la i y la j (tenía dos láminas una con cada letra, escritas de mi puño y letra con un rotulador mágico que pintaba en color plata y dejaba el borde azul. Jugaba a hacerles dictados uno en catalán y otro en castellano. Los escribía yo en la libreta de cada uno. Y cada muñeco tenía su propia letra y su libreta decorada acorde al color de su forma de ser. Y es que en mi imaginación ponía en marcha los tópicos (reales o no) de las preferencias de los maestros con sus alumnos. Los que me gustaban, como Kikosito, Sergi, Montse o los gemelos Tono y Tona, esos, tenían una letra preciosa, decoraban su libreta con colores brillantes como el naranja, el amarillo el verde o el lila. Los que me gustaban pero menos, como Dulce, Mireia, Bea, Nina y Tiernecito, esos empezaban a tener menos buena letra, y decoraban sus libretas con rojos y azules oscuros. Finalmente, los que no, que no me llamaban ni me atraían como Leslie, Romina o Esther, esos tenían mala letra y decidían decorar sus libretas con marrones, negros y grises.

Y es que, quizás los tópicos sean sólo eso, tópicos, pero si yo lo hacía así es porque en el cole lo vivía así. Y yo me veía como una Nina o una Mireia cualquiera, del montón, de las de notable. Aunque eso, eso ya da igual. Lo importante son las horas que perdían jugando a ser maestra. Lo importante es que yo sabía que quería ser maestra. Estudiar para ser maestra. Enseñar a los niños a leer, a aprender ortografía. Reñir si era menester y abrazar la mayor parte de las veces. Quería ser maestra. Estudiar para maestra... Sin embargo, en su momento, dejé olvidado ese sueño. 
Y con 18 años me adentré en el mundo de la mente, en pensar que podría ser una Freud y analizar a las personas. Me adentré en la carrera de Psicología buscando respuestas a mis temores escondidos, buscando cómo salir de una tristeza extraña que no me permitía ser feliz. Pero no encontré nada de eso. Una carrera que tiene que ser humana, que tiene que hablar de emociones y sentimientos, me habló de genética, de neurobiología, de estadística, de procesos mentales, de baterías de test, de selección de personal, de psicología colectiva, de etología (muy divertida por cierto), de experimentos con ratones... 
Y sólo, tan solo en las asignaturas de primera infancia, segunda infancia, adolescencia, madurez y senectud vislumbre un rayo de humanidad. Encontré un poco aquello que andaba buscando y conocer a mi querido Carl Rogers me sirvió para entender por fin qué hay que hacer, qué debemos hacer para mirar el presente y el futuro con la cabeza bien alta. Encontré con Rogers ese humanismo que creía que era la psicología. Y durante cuatro años, tomé de aquí y de allí, acepté premisas, refuté otras y creé mi propia psicología. Aprendí de los errores y de las penas, de las caídas y de las alegrías. Y me convertí en una parte de lo que hoy soy.  Y me licencié en Psicología, y nunca ejercí. 

La vida me dio la oportunidad de desenterrar un sueño olvidado. Durante siete años aprendí a ser maestra, pero a serlo como me dictaban desde dirección. Disfruté y lloré por mis niños de los que me despedía año tras año. Y como conté, hace algún tiempo en la entrada ¿Volveré?, tuve que despedirme de nuevo de mi sueño de infancia. Y me adentré de lleno en una palabra que en mis años de universidad solo era una enfermedad más, rara, extraña... que se llamaba Autismo. Aprendí de mi pieza TEA lo que ni en cuatro años de facultad ni siete de profesión de maestra pude aprender. Aprendí que autismo son niños, únicos, diferentes pero con los mismos derechos y oportunidades que se merecen los demás. Aprendí que el camino es más largo, más angosto, con pocas bajadas y muchas muchas cuestas. Que a veces hay tramos llanos que te permiten relajarte pero siempre a la expectativa de lo que habrá después de la siguiente curva. Aprendí que el tópico de infancia de mis alumnos preferidos debía ser eliminado, que todos y cada uno de los niños sean TEA o no, son únicos y especiales y que es función del maestro encontrar lo mejor de cada uno de ellos. 

Y cuando tuve que dejar de trabajar por obligación externa, decidí convertir un sueño en realidad. Y sí, volví a estudiar, y sí estudié una carrera. Y sí, era la carrera de mi vida, la que debí escoger con 18. Decidí ser de verdad Maestra. 

Durante cuatro años, he disfrutado como nadie estudiando una carrera tan bonita y creativa como la de maestro de Educación Infantil. He comprendido que no, que no solo es hacer dictados o aprender números y letras. No, es disfrutar. Durante cuatro años aprendí que mi pieza TEA, no era como los niños que me explicaban en la carrera, que aunque el profesor de lengua me animaba a estar tranquila porque mi hijo de dos años no decía ni mu, algún día lo haría. Lloré porque entendí que mi pieza TEA no era como los demás porque me dieron un diagnóstico, una etiqueta que tendrá siempre aunque yo me empeñe en decir que es un niño, única y exclusivamente eso. Un niño feliz. Lloré cuando en alguna ocasión se puso de ejemplo algún niño con autismo. Lloré porque todo lo que aprendía no lo podía llevar a cabo con mi pieza TEA. Pero disfrutaba, no podía evitarlo. Aquella manera de enseñar, aquella manera de ver a cada niño como ser único con sus cosas buenas y sus cosas menos buenas. 
Y así, entre lágrimas y alegrías inmensas por asignaturas superadas, llegué a lo que ayer conseguí: ser maestra. 

Ahora toca seguir pa'lante, siempre pa'lante.