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lunes, 17 de octubre de 2016

PIENSO

Pienso, cada día lo pienso. A veces creo que en realidad no escribo sobre autismo. Muchas veces, cuando releo lo que he ido contando, pienso que quizás me tomo un poco a cachondeo el autismo. Leo otras cosas, otros blogs, otras mamis en las redes sociales y suelo leer letras tristes, oscuras, con poca luz hacia la esperanza de un mañana mejor y pienso... "¿escribo para negar la realidad?". No cuento los desencuentros con los tópicos del autismo. No explico malas miradas porque mi pieza TEA corretee por el supermercado en busca de una puerta que se abra por arte de magia. No doy importancia a un día en el médico, cuando no ha querido colaborar. Ni tan siquiera me explayo extremadamente con las rigideces de mi pieza TEA. Las cuento por encima, cuando ya todo se ha solucionado, cuando hemos podido volver a encauzarlo hacia la normalidad de un día a día. 
No hablo del mañana, ni del futuro. Y no lo hago porque para mí no existe. Y si alguna vez mi mente me juega malas pasadas con malos pensamientos, los echo a patadas. No quiero saber nada de lo que va a ocurrir en dos meses, en tres años o de aquí a veinte años. Me niego a no vivir a mi hijo día a día, preocupada por lo que pasará. No expresarlo es como que no existe. Pero no es darle la espalda a la realidad. No eso no es. Quienes me conocen saben que sufro, que mientras está en una etapa de rigideces extremas, lo paso mal. Que los días antes de ir al médico se entremezclan pensamientos de largas esperas, que esa noche duerma mal, que no colabore. O cuando hay un retroceso, no le quito importancia... en el fondo me hundo. Pero es una proceso natural, normal. Pero es para mí y como mucho para los más cercanos... A veces ni eso. 
Pero aquí, en este pequeño espacio, me niego a dejar escapar las miserias de un mal día, de una mala semana mientras se da. Una vez ya ha pasado todo, una vez hemos encontrado una solución, es entonces cuando lo cuento. Es el momento para que mi pieza TEA brille, para que todas las mamás y papás que han iniciado este camino tan abrupto vean que sí, que es posible que las pequeñas cosas de cada día salgan bien. Quizás la solución que he aportado a ellos no les sirve, o sí, pero al menos creo que doy una pequeña luz a la esperanza. 
La vida con nuestras piezas TEA es dura o mejor dicho, diferente. Nunca sabemos por dónde saldrá el sol. Un día esperas lo peor, y ese día, como ya sabéis, la vida te da sorpresas, y ese día le harías un monumento a tu hijo, porque es un campeón, porque lo ha hecho como nadie, porque ha bordado el comportamiento que desde fuera se espera de un niño. Otro día, en cambio, crees que todo será estupendo, que será una jornada redonda y un chispazo, un objeto, un ruido, una palabra mal interpretada... cualquier cosa lo esfuma todo. 
Sin embargo, un día decidí que mi pieza TEA, no era un niño con autismo, no. Mi pieza TEA es ante todo un niño. Un niño que merece ser feliz, que merece reír, saltar y que como cualquier niño necesita expresar su tristeza, su desacuerdo con lo que papá y mamá le obligan. Es lo natural, es lo que todo niño y niña ha vivido. Yo de pequeña también lo viví. Todos hemos berreado por no hacer lo que no queríamos hacer pero debíamos. Todos hemos acabado entendiendo que hay veces que tenemos que hacer cosas que no queremos hacer. Todos los niños se niegan una y mil veces a recoger, como mi pieza TEA. Pero recogen, llorando, con riñas o con alegría. Mi pieza TEA igual. Un día recogerá a la primera y otro día se negará en redondo. Un día me negaré a ayudarlo y otro día colaboraré en ese recoger. 
A veces pienso que frivolizo el autismo. O doy importancia a pequeñas cosas, tipo repetir palabras, o columpiarse, o relacionarse con su Martina o sus otros primos. Pero es que esas pequeñas cosas son lo que me dan vida, son las que me dan alas para creer, para luchar, para intentar llegar al sí se puede. A veces pienso que no aporto nada a este mundo azul... que no hay un fin concreto de este blog. Que no lleva a ningún sitio hablar de un perro que ha llegado a casa, o que un día mi pieza TEA jugó con un globo. 
Pero hay otras muchas, casi siempre, que pienso que el fin de este espacio al que tanto quiero es que las personas que rodean a mi pieza TEA, las personas que conviven con él en casa, en la familia, en la escuela y fuera de ella, o incluso las personas que nunca lo verán, todas todas, conozcan a este pequeño loco que es mi hijo, que vean en él lo que veo yo. Un niño capaz, un niño feliz, un niño que avanza y un niño que quiere estar en este mundo. Hacer comprender a todas estas personas, la gran mayoría, y lo digo en mayúsculas, GRANDÍSIMAS PERSONAS, que no es un bicho raro, que pueden, si quieren, achucharlo, hablarle, sonreírle e intentar conectarlo un poquito más a este mundo. 
Así que, frivolice o no, seguiré escribiendo, las cosas buenas de mi pieza TEA, explicando de pasada episodios difíciles, con o sin solución clara. Y cómo no, seguiremos pa'lante, siempre pa'lante.  


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