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jueves, 5 de mayo de 2016

PROTAGONISTA

Esta semana mi pieza TEA es el protagonista en el cole. Una idea perfecta para que los niños desarrollen su expresión oral, para que los demás niños conozcan su día a día fuera del cole y una oportunidad de empezar a trabajar responsabilidades, ya que el protagonista de la semana digamos que se convierte en ayudante fiel de la maestra.
Es una actividad bonita pero se puede pensar que mi pieza TEA no la va a hacer porque no habla. No parece una actividad para él... ni de lejos. Pero como es uno más del grupo lo ha hecho. 
Tuve que buscar en el baúl de los recuerdos ropita de bebé, chupetes, peluches y un montón de cosas más que han formado parte de Arnau. Ver esas bambitas tan chiquitinas (número 20), o el trajecito de recién nacido, tan tan pequeño, o su primer biberón. Juguetes olvidados como un cuento de tela, su primer cuento que superabuelaTEA le regaló con tremenda ilusión y que mi pieza TEA utilizó hasta la saciedad. O aquel primer coche extraño que dándole golpetazo en un botón salía corriendo disparado y que mi pieza TEA y yo utilizábamos para interactúar... ahora te lo tiro yo y ahora me lo tiras a mi... O su ratita para dormir. Esa ratita que tuve que reponer tres veces porque era su compañera fiel allá donde fuera, en el coche, en la calle, para dormir, para jugar... hasta que él mismo decidió que ya no la quería, que ya no le encontraba nada al pasarse la vida chupando y requetechupeando los nudos de la "rateta". 
También encontré su primer bañador, un trajecito de licra de esos ajustados súper enano que a cualquier muñeco de los que tenía yo de pequeña le hubiera cabido. Y eso que pensaba que no tenía tantas cosas suyas de bebé. Obvié llevar sus cubos, puesto que aunque tenemos temporada de dejarlos olvidados, no hubiera entendido que debían quedarse en el cole toda la semana. 
Y miraba todo aquello y miraba a mi pieza TEA y lo único que pensaba era "¡madre mía qué enorme te has hecho en cuatro años!". Parece mentira que fuera tan pequeño, que pudiera sostenerlo en la mano, que pareciera una pulguita en la cama donde duerme ahora y que ya casi no cabe (todavía es la cuna cama convertible que todavía no hemos convertido porque le quedan más de diez centímetros aún para no caber. 
Y volver la vista atrás. Recordar aquel barrigón que abrigaba a mi pieza TEA, recordar las horas previas a su nacimiento... Yo paseando por el pasillo del paritorio con el gota a gota, contracción viene contracción va. Ver por la ventana redonda la cara de mi suegro con ojos de preocupación pero una sonrisa de oreja a oreja al ver la pinta que hacía yo con la bata azul y el barrigón. O de golpe encontrarme la cara supersonriente mi sobrino, como diciendo tieta yo también estoy aquí contigo. Y mi padre preocupado porque el futuro papá no pasara hambre, y mi hermano y su mujer allí también y mis segundos padres haciendo fuerza con nosotros. Y mis cuñados también acompañando las doce largas horas que tardó mi pieza TEA en ver la luz. Y esa cara de padre feliz fuera del quirófano diciéndome con la mirada: "ya está aquí, es guapísimo... es nuestro Arnau".
Pensaréis que después de todos estos recuerdos apareció la sombra del autismo. La rabia de ver como todo se viene abajo de golpe, sin esperarlo, sin entenderlo. Pues no. En ningún momento apareció. Y no apareció porque otra de las actividades que teníamos que hacer en casa era un mural de fotografías de Arnau.


Y allí, buscando, mirando y remirando fotos, vi lo que quería ver y lo que es. Arnau un niño feliz, un niño juguetón, sonriente, expresivo, que avanza a su manera. En todas las fotografías vi un niño querido por todo el mundo. Vi un niño que crece sano, que juega a un montón de cosas, que le gusta comer, que le gusta el agua, le encanta saltar y correr, disfruta de los parques como cualquier niño. Eso vi.


Ahora, ya casi termina su semana de protagonista. Mi pieza TEA no ha explicado nada de lo que ha llevado al cole, según la maestra no ha hecho mucho caso a las fotos, pero sí que se ha mirado y tocado los juguetes. Pero ha valido la pena. Desde el cole, decidieron que él también tenía derecho a participar de una manera u otra. Han utilizado las fotos y los objetos para que los demás niños siguieran desarrollando su expresión oral. Y yo, yo sé, y seguro además, que mi pieza TEA se ha dado cuenta que era el protagonista. Y lo sé porque toda la semana se ha dejado poner la medalla de protagonista, porque cuando cada mañana le he dicho que se tenía que poner la medalla, se ha acercado y ha bajado la cabeza para que se la pusiera. Y también sé que aunque haya parecido que no ha hecho caso a las fotos, sí lo ha hecho, porque de nuevo, ha vuelto a jugar con su patinete, con su camión Sansón y con sus cubos.
Así, que con ese sabor dulzón de satisfacción me quedo después de esta semana de protagonistas silenciosos pero felices. 
Y como siempre, pa'lante, siempre pa'lante.






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