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miércoles, 30 de marzo de 2016

UN AÑO YA

Hace un año me iniciaba con miedo por estos lares de los blogs. Hace un año, no sabía por dónde encaminaría esta aventura. Me preguntaban cómo quería mi blog, qué quería poner, cómo lo quería estructurar... y yo me los miraba y decía: "no lo sé". Hace un año, pensaba que lo suyo era tener un blog con recursos, con teorías, con explicaciones que le sirvieran a todas las familias que comparten piezas TEA. Hace un año pensaba que los blogs sólo eran importantes si tenían algo interesante que aportar. Hace un año, no sabía ni por dónde seguir después de la primera entrada. Hace un año, hablé de aplicaciones para móvil para niños pequeños, de manera sencilla, sin mucho arte y sin mucha paciencia. Hace un año pensaba que quería buscar aplicaciones para niños con Autismo, que les fueran útiles y con las que disfrutaran. Hace un año quería hablar contínuamente de hábitos y rutinas, de aprendizajes en estas primeras etapas... en realidad quería hacer lo que la mayoría hace.

Sin embargo, sin escuchar apenas a nadie, me embarqué en un enfoque algo distinto. Me dejé llevar por mi corazón. Como quien no quiere la cosa, dejé que las cosas feas y tristes que traen el autismo se quedaran en casa. Lo malo todo el mundo lo ve, todo el mundo lo siente y todo el mundo lo cuenta. Es como los sentimientos. Cuando la tristeza se apodera de uno, la vive, muy muy profundamente, le da la importancia que no se merece y pone ese malestar en un pedestal que no le corresponde. En cambio, cuando la felicidad se aparece ante nosotros, aunque sean diez minutos, no importa, no merece ese momento de atención, de enmarcarla para siempre. He aprendido con el tiempo y gracias a mi pieza TEA, que es en las cosas pequeñas donde hay que poner atención. Hay que degustarlas, disfrutarlas y sentirlas como lo más grande que pueda existir. He aprendido a paso lento lo importante de las "nimiedades". Un "agua", una sonrisa, un movimiento, una iniciativa, cualquier excusa es válida en nuestras piezas TEA para estar orgullosos de ellos, para estar felices. Pasito a pasito. He aprendido, aunque me ha costado mucho más, a ser paciente, a  saber esperar a que ocurran las cosas, como comer entero o comer solo o atender y con paciencia infinita espero el hablar. Pero de esto no quiero decir nada. Porque hoy no tiene cabida. Hoy toca celebrar que inicié este camino. Hoy toca valorar si vale la pena seguir hablando de nuestras cositas bonitas. De sus avances, de sus días bonitos, de nuestros momentos, de sus canciones... O si es mejor cerrar aquí toda esta andadura. 

Evidentemente elijo la primera opción. Seguir. Porque disfruto contando nuestras cositas. Porque hay días que hablar de mi pieza TEA y sus historias me lleva a recordar mi propia infancia, desde lo lejos, en la distancia, con años de aprendizajes y curtida en muchas más cosas de las que yo pensaba.Y sigo porque me da igual si son tres, treinta, ciento setenta o cinco millones las personas que me siguen. No importa. Me importa que el mensaje que quiero transmitir llegue a quien debe llegar. Me importa que aunque el autismo sea una putada, abra los ojos a la parte buena, a la que vale la pena: disfrutar de un hijo y vivir. Sólo si consigo eso, vale la pena seguir. 

Así que señores, aunque no sea muy a menudo, seguiré escribiendo, seguiré hablando sobre mi querida pieza TEA, sobre la superfamiliaTEA que tengo la suerte de tener, seguiré dando las gracias a quienes se lo merecen aunque sólo hayan estado ahí una vez. Seguiré contando las andaduras colegiales de mi pieza TEA, con lo bueno y lo menos bueno. Contaré las canciones que le chiflan a mi pieza TEA, aunque no tenga nada que ver con el autismo. Y seguiré porque hay que sguir... pa'lante, siempre pa'lante.







sábado, 19 de marzo de 2016

SUPERPAPÁTEA

Hoy 19 de marzo, día del padre. Desde que me adentré en este extraño mundo del autismo, me encuentro más de una y dos veces con la inexplicable vivencia de algunas familias TEA cuyo padre decidió no ser superpapáTEA. Y no lo entiendo. No me entra en la cabeza, no puedo comprender que se larguen los sentimientos paternos por el mero de hecho de tener una pequeña personita diferente en casa. 
¿es cobardía? ¿es debilidad ante las adversidades? No lo sé, pero estos llamados "papás" no deberían entrar en el selecto (chicas del selecto club, cojo la palabra) grupo de PAPAS en mayúsculas, porque no, porque ser padre no es tan sólo traer dinero a casa o darle todo lo material a tu hijo. Ser padre es estar ahí, dando y dando sin parar, sufrir por y con él, jugar con él, llorar con él, caminar de la mano, sin parar, mirando hacia delante, los dos, apoyando cualquier pequeño avance, cualquier pequeña dificultad, por estúpida que parezca. No es justo que porque un niño pequeño no responda como uno hubiera querido no sirva. Nuestras piezas TEA no son papeles arrugados que se tiran a la basura, son niños, son tiernos, son estupendos, ríen y lloran como los demás, se enfadan y abrazan y besan... como los demás. Son seres únicos y auténticos que una vez comprendes te enganchan.
Pero estos papás no me merecen más palabras, ni una más. Este post es para los superpapásTEA. Para aquellos que tras las malas noticias se hunden, lloran a escondidas, patalean, golpean paredes, se lamentan... pero se quedan. 
Este post es para aquellos papás que, aunque hayan tardado en volver a vivir, en volver a querer un poquito la vida, han vuelto, con fuerza, con ganas. 
Este post es para aquellos papás que quieren sin condiciones, que matarían por su hijo, que no dejarán de luchar y avanzar con su hijo, aunque a veces les venza el desánimo. 
Este post es para aquellos papás que sin decir nada, están ahí, a nuestro lado, intentando ayudar de la mejor manera posible a su hijo, y sí, a su mujer. 
sacado de: Autismo: protocolos que sanan
Si me conocéis, sabréis que siempre defiendo a los papásTEA, que no me gusta que se generalice, porque no todos entran en el mismo saco. Muchas veces los he defendido porque sé que para ellos el sobreponerse al diagnóstico es mucho más lento que para nosotras las mamásTEA. Nosotras no tenemos más remedio que seguir adelante. El día a día no nos permite pararnos a llorar, a pensar, a maldecir. Tenemos nuestras pequeñas piezas TEA que nos requieren constantemente, así que no tenemos tiempo de lamentos. No nos dan esa tregua para pensar, sólo pa'lante. Pero papásTEA sí, y quizás se aislen de todo, y quizás, quieran huir y dejarlo todo. Pero no, no lo harán.
SuperpapáTEA, se mediodesvinculó unos meses de Arnau. Estaba ahí y sufría tanto o más que yo, pero estaba como ausente con mi pieza TEA. Y es que Arnau no ayudaba para nada. Sólo me quería a mi. Para todo. Para hacer pis, para pasear, para comer, para ir a dormir, para jugar. Era como si superpapáTEA fuera invisible. Y me dolía en el alma. Porque no era justo. Un desplante así... Pero eso es pasado y ya no importa. Hay que olvidar aquellos malos días. Guardarlos en el fondo de la memoria y no desempolvarlos nunca más. Porque eso ya no es así. Porque mi pieza TEA, ya no se desvive sólo por mi. Porque mi pieza TEA ya no sólo juega conmigo. Porque ahora ya vamos los tres de la mano por la calle. Porque Arnau no se mueve del sitio si su padre se retrasa en el camino. Porque ahora, hay una tremenda complicidad que superpapáTEA se ha ganado a pulso.
Y yo, yo estoy feliz cuando los veo juntos. Se me saltan las lágrimas de emoción cuando mi pieza TEA sale corriendo a abrazar a su padre cuando llega de trabajar. Me emociona ver cómo superpapáTEA comprende mejor que yo a nuestra pieza TEA, y cómo le habla con ese cariño que a mi me desquicia, pero que sé que funciona mejor que mis regañinas. Me divierte verlos jugar a lucha libre en nuestra cama, aun a riesgo de que se hagan daño. Ver como mi pieza TEA se tira como un mastodonte sobre su papá y ríen. Me gusta ver la estampa de un hombre loco por los coches con su hijo en la falda, sentados en el coche haciendo ver que conducen. O cómo le enseña los botones del coche. Me encanta verlos saltar juntos a la colchoneta y me río cuando mi pieza TEA le abruma e insiste en que lo quiere a él y no a mamáTEA. Y esto señores, esto es vivir. 

Per tu Claudi, aquest post és només per tu.


  

martes, 15 de marzo de 2016

¿EL COMER ES UN PLACER?

Mis recuerdos sobre la comida durante mi infancia son variados. No tengo sensación de haber comido muy mal, pero sí de ser selectiva con la comida. Pero eso viene de familia. SuperabuelaTEA siempre explica que su mamá la consentía en lo que a comer se refería. Le gustaban pocas cosas, disfrutaba con todo tipo de carne. Ternera, cerdo, pollo, conejo... Daba igual, mientras no fueran primeros platos. Y yo salí igual. O quizás, metiéndome en la  mente de una niña pequeña, se tratara de imitar a mamá. Lo que sí sé de mi infancia en cuanto al comer es que era lenta. Muuuy lenta. Recuerdo perfectamente las bolas de pollo pasando de un lado al otro de la boca. Ayudarme con agua para tragar lo que no quería viajar hacia el estómago. En mi mente aparecen múltiples escenas relacionadas con el comer de niña. Recuerdo la primera y única vez que me quedé a comer en el cole. Estaba en preescolar y tengo bien viva la imagen del menú de aquel día: sopa (bueno escudella barrejada, que viene a ser sopa con fideos garbanzos, alubias, arroz y patata hervida) y lomo rebozado con patatas chips. Supongo que debí comer bien... Y si no fue así lo borré como suelo borrar las cosas menos buenas de mi vida.
También, escarbando en la memoria, veo a mi abuelo, sentado en la mesa mirando la lentitud con la que me comía el arroz a la cazuela, que no me gustaba demasiado. Y encima me entretenía a separar los guisantes, el pimiento y los trozos de ajito picado, porque sólo me gustaba el arroz. Cucharada tras cucharada me lo paseaba de izquierda a derecha de la boca y de derecha a izquierda... Y vuelta a empezar. Y la intervención chantajista de mi abuelo: "si te acabas el arroz te doy cinco duros". Y yo, inocente, me lo comí todo, pero de modo peculiar. En cada cucharada una gotita de limón. Y así, poco a poco, me terminé todo el plato.
Sin embargo, a veces me acababa los 
platos haciendo trampa. Y es que mi lentitud en el comer agotaba la paciencia de todo el mundo y me quedaba sola, ahí sentada en la mesa, con mi plato, mi vaso de agua y la luz apagada. Sólo superabueloTEA me acompañaba de vez en cuando. Mientras yo terminaba con la comida, mi madre fregaba los platos, con la puerta de la cocina abierta. Y yo vigilaba que no se girara, puesto que parte de la comida iba directa a mi perro. En realidad, Banner, el primer perrito que acompañó mi infancia, era de gusto selectivo también. Como a superabuelaTEA, sólo le gustaba la carne, así que sólo podía desprenderme de los trocitos de salchicha, lomo o pechuga que quedara en el plato. Cuando años más tarde llegó mi querida perrita Nil, ella sí que era de buen comer. Le daba igual, carne que pescado, verdura que macarrones, lo que le echara lo engullía.
¿Por qué explico esto? porque con el tiempo, mi lentitud, mis gustos, el odiar macarrones, arroz, lentejas, verduras, etc., todo este cúmulo de números para ser mal comedor, han desaparecido. Como de todo, menos cebolla cruda y tortilla de patatas con cebolla. Y ahí es donde encontré la clave para no agobiarme con el comer de mi pieza TEA.

extraído de como tener el vientre plano
Es cierto que, salvo que tardó en comer entero, mi pieza TEA come bien. Le encantan los canelones, la sopa de pescado, el caldo, las hamburguesas caseras que le hace superpapáTEA, espaguettis, macarrones, lentejas, garbanzos, pollo rebozado, croquetas, cremas de verduras y un sinfín de platos de mayores que hacen que la dieta de mi hijo sea más o menos equilibrada y variada. En cambio,  es difícil que coma patatas fritas, tortillas a la francesa, pizza, chucherías o embutido.
De fruta, tenemos poca variedad, puesto que sólo come pera, plátano y manzana, y en verano probamos alguna vez melocotón y melón.
El tema lácteos, debido a un costipado se olvidó de la leche y ahora sólo come yogures y petitsuis (uno de cada al día) y por el tema cereales estamos cubiertos puesto que el pan es el manjar de los manjares para mi pieza TEA.
Así que visto así en general, creo que no debo preocuparme mucho por la alimentación de Arnau. Sé que debería seguir probando de darle algo de embutido o queso, que probara nuevos alimentos, pero pienso, ¿de verdad hace falta que coma kiwi o fresas? ¿de verdad es necesario que le gusten las patatas fritas? ¿a caso no puede vivir sin tomar zumos? un sinfin de preguntas, a las cuales respondo con un rotundo NO. Si miro la pirámide alimenticia veo que más o menos vamos por el buen camino.
Y por otro lado, si yo pasé de comer mal y poco variado a comer de todo, ¿por qué no le va a pasar a mi pieza TEA?

Sé que a muchas piezas TEA les cuesta comer. Que se aturullan con las texturas, los colores o el orden o desorden en el plato. Sé que es complicado cuando son tan absolutamente selectivos. Pero hay que pararse a pensar un poco. Primero, hacer un listado de todo lo que come. Segundo, ver cuáles son sus manías. Tercero, buscar alternativas.
Me explico con un ejemplo de mi pieza TEA. No le gusta mucho el pescado, pero, la sopa de pescado, con todo el pescado y verduritas (llámese patata, tomate, cebolla y zanahoria) tritutado y con su pasta de bolitas le encanta. Así que la mayor parte de pescado la come en forma de sopa. No le gusta encontrarse el pescado (manía), pues bien, superpapáTEA, se inventó las croquetas de pescado para que nuestra pieza TEA comiera pescado fresco (alternativa), le vuelven loco las croquetas caseras, las congeladas dale a otro. O hacer espaguettis de atún, con su sofritito de tomate, con sus especias y mucho atún. Porque no todo ha de ser espaguettis de carne.
Esta es la opción que hemos elegido para mi pieza TEA. Disfrazar un poco las comidas. Ya tenemos suficientes quebraderos de cabeza como para encima obligarle a comer las cosas por separado o tal como deben ser. Vivimos felices así. Tenemos opciones para ir a comer de restaurantes, podemos ir a casa de quien sea porque come bien variado. Y además suelo probar a darle de comer lo mismo que los mayores, pero con variantes. Las albóndigas se las come a la perfección pero con patata chafada de acompañamiento.
Sé que no come bocadillos, que no le gusta el chocolate, que la bollería se la puedo ahorrar, que los ganchitos se los puedo regalar al vecino, pero ya llegará. No niego que debería ir probando sin prisas todas estas cosas, pero al final siempre pienso... "tampoco le hace falta".

 


lunes, 7 de marzo de 2016

LA LIBRETA DE LAS LETRAS

Muchas piezas TEA tienen sus objetos fetiches, aquellos que les acompañan a todas partes. A comer, a cenar, a hacer pis, a bañarse, a dormir... Sin ellos se sienten desamparados o quizás necesiten saber que hay algo que es suyo y sólo suyo. Pienso que les calma saber que están ahí. 
Como sabéis, mi pieza TEA casi desde que nació, tenía (y de hecho tiene) unos cubos apilables como extensión de su mano, y que en su día merecieron un hueco en el blog (podéis leer la entrada aquí). No los soltaba para nada, salvo si íbamos al cole, que los dejaba en el coche. 
imagen extraída de internet


Pues bien, en el cole nuevo, como en la guardería, cuesta dios y ayuda encontrar algo que le enganche, que le distraiga y con lo que disfrute, aunque sea algo repetitivo.
Al poco de entrar, Arnau descubrió el placer de pasar las bolitas de colores de un ábaco que tenían en la clase. Su ábaco le acompañaba en las asambleas matutinas, en sus ratitos de esperar, en la vuelta a la calma cuando lo pasaba mal o se enfadaba porque no quería hacer tal o cual actividad... Cada día "su" ábaco le esperaba en su mesita personalizada. 



Fue su compañero fiel durante los primeros meses de cole. Pero está claro, tanto abusar de su uso, dejó de interesarle. Y en el cole siguieron buscando juguetes, juegos, objetos o lo que fuera que le llamara la atención. Y lo encontraron. Una libretita con las letras del abecedario plastificadas para que los niños las reconozcan, para que las visualicen. Un material de apoyo de la maestra para que los niños fijen la atención en lo que ella explica. Arnau descubrió el placer de girar las hojas, de ver todas y cada una de las letras del abecedario en grande, reconociéndolas seguramente. Y con esa libreta, las maestras descubrieron que era un objeto de intercambio perfecto para muchas cosas (hacer actividades que no son de su agrado, calmar pequeños berrinches, convencerlo para ir aquí o allí, tenerlo relajado, etc). Sí, ya sé que suena a "toma esto y no molestes" pero nada más lejos de la realidad. 
El caso es que mi pieza TEA, no entiende que le pongan la chaqueta para irse a casa y no se vaya, que se tenga que esperar a que lo llamen. Sin embargo, con su libreta, lograba esperar sentadito en su silla, como los demás nenes. Y ahí empezó uno de los episodios más duros y corto a la vez que he pasado con mi pieza TEA.

imagen extraída de internet
Un día, en el patio descubrió una pelota de pinchos, que durante unos días le tomó un cariño extremo. Y un mediodía, a la salida, la vio en el patio de la guardería, y sin lágrimas, sin gritos y sin nada molesto, me la pedía. Me miraba y miraba la pelota. Pasaba las manos por los barrotes para intentar cogerla. Yo le decía que era del patio, pero a él, a él ¿qué le contaba? Había estado todo el patio con ella, así que era suya. La maestra, que nos vio pegados a la valla mirando la pelota, salió en nuestra ayuda con ese nuevo objeto lleno de letras que tanto le distraía. Nos dejó llevarnos a casa la libreta sin saber, ni ella ni yo, que esa acción hecha desde la buena fe, nos complicaría los días posteriores.  
Aquel día, mi pieza TEA no volvió al cole por la tarde. Y en casa, la libreta de las letras se convirtió en compañera inseparable de la tarde. Estirado en su cama, pasaba y repasaba cada una de las letras del abecedario, sonriendo cada vez que veía la A, inicial de su nombre. Cenó mirando la libreta. Se olvidó de jugar con sus papis a cosquillas y saltos. Se olvidó de mirar los números del reloj... Y a la hora de dormir, se durmió con ella. 


 
Al día siguiente, sólo despertarse la buscó y mientras desayunaba se la volvió a mirar. Y se la llevó en la mano para el cole. Unos días más tarde, a la hora de salir, mi pieza TEA esperaba que lo recogiera, libreta en mano de nuevo. Cuando le llamaron para salir y le quitaron la libreta, se sentó en el suelo y empezó a llorar. No había manera de moverlo ni un centímetro. Daba mucha pena porque él no entendía nada. De nuevo, de buena fe, la acción de la maestra fue dejársela y Arnau, con una sonrisa de oreja a oreja, se levantó con su trofeo y nos fuimos tan contentos y felices para casa. 
Al mediodía, avisé a la maestra que no le dieran la libreta antes de salir y así lo hicieron y no hubo mayor problema.

Pero en la vida siempre hay escenas que se repiten. Y al lunes siguiente al ir a recogerlo, me lo encontré sentado mirando su libreta, feliz como una perdiz. Cuando lo llamaron salió con la libreta, que le habían dejado porque había accedido a realizar una actividad. ¿Y que pasó? pues que al quitarle la libreta se repitió la historia. Arnau en el suelo sentado, llorando, inmóvil, desesperado, la maestra y yo intentando hacerle entender que ese objeto era del cole y él seguía llorando, enfadado y me miraba ansioso, sin entender. La maestra iba a volver a dársela pero yo me negué. De un modo o de otro, mi pieza TEA debía entender que la  libreta debía quedarse en el aula, como los demás niños hacían con otros juguetes. La maestra entendió que así debía ser. Así que se llevó la libreta y cerró la puerta de la clase. Y allí nos quedamos mi pieza TEA y yo. Sentados en el suelo, él berrando, pataleando, y yo intentando calmarle e intentando que se moviera para ir a casa. Fue horrible, quizás es una de las peores experiencias que he vivido con mi pieza TEA. Porque no se calmaba, había entrado en un bucle de llanto imparable que ni una palabra, ni un gesto ni tan siquiera pan o las llaves de casa podían parar. Y ahí me sentí sola. Porque no había nadie que me pudiera ayudar, porque no sabía qué hacer ya salvo utilizar mi fuerza para cogerlo a cuello y avanzar. 
Y así lo hice. Por tramos. Cinco metros y al suelo. Cinco más y ya estábamos fuera del cole. Cinco más y llegamos a la plaza de la guardería, donde la gente que pasaba me saludaba y corría hacia su coche para ir a comer. Y yo, bloqueada, dándome por vencida casi, esperando que poco a poco Arnau volviera en sí. Al final, superpapáTEA me salvó. Gracias a los móviles y al whatsapp, estaba enterado de todo lo que iba ocurriendo, y a pesar de que le dije que no saliera del trabajo, él allí se presentó. Él vino a ayudarme y llevar a casa a nuestra pieza TEA. Ya en el coche, por fin se calmó. 

Por la tarde, le expliqué a la maestra todo lo ocurrido y les aconsejé que guardaran la libreta antes de salir. Y me hicieron caso... a medias. Fui a recogerlo y lo oía llorar, no tan fuerte como al mediodía, pero sí con insistencia. Me dejaron entrar. Y allí me lo encontré, con la maestra de Educación Especial, explicándole que la libreta estaba guardada para mañana porque era del cole. Y Arnau se la miraba y miraba "su" libreta guardada encima de su mesita personalizada. Y lo vi claro. Había que aplicar el dicho: ojos que no ven, corazón que no siente. Les hice esconder la libreta, que mi pieza TEA no la pudiera ver. Así lo hicieron, pero Arnau seguía llorando. Y las maestras se querían ir. Y yo, yo vi la luz. Les pedí permiso para ir a la otra clase con mi pieza TEA. Le dije que me la enseñara y como él es un loco de ir de chafardeo por las clases, accedió de buena gana. Así, seguidos por las maestras, Arnau se olvidó de la libreta y pudimos irnos a casa con una sonrisa de oreja a oreja. 

Al día siguiente, y aquí debo felicitar a todo el cuadro docente que trabaja con Arnau, me plantaron la solución. Decidieron los horarios que mi pieza TEA podría disponer de la libreta. Cuándo empezaba y cuándo terminaba el uso y disfrute de la libreta de las letras. Y además iniciaron, sin ningún miramiento, un cuadro con pictogramas de normas de la escuela, que también me facilitaron a mi para ayudar desde casa. Y es que así es como debemos funcionar. Hablando la escuela y la familia, buscando soluciones entre todos, escuchando las opciones que se plantean, los consejos que se dan. Así es como puedo ver, día tras día, la preciosa sonrisa de mi pieza TEA al salir de la escuela.




martes, 1 de marzo de 2016

FIESTAS DE CUMPLEAÑOS

Las fiestas de cumpleaños suelen ser un día especial para los niños. Su nerviosismo se hace patente porque o no paran de moverse o de hablar, o de preguntar cuándo van a llegar los invitados. Piden que la tarta sea de su personaje favorito, que sea en un parque infantil y desean llenarse las panzas con los buenísimos bocadillos de nocilla, los ganchitos y las patatas chips. Están como idos, sobretodo si el cumpleaños se celebra en parques infantiles con toboganes, circuitos y castillos hinchables. Allí se transforman, se vuelven como locos, y disfrutan, disfrutan porque se saben protagonistas, porque su fiesta es la más molona de toda la clase, y son felices porque reciben regalos, algunos muy chulos y otros no tanto. Pero al fin y al cabo, la recompensa de las fiestas de cumpleaños es ver esa sonrisa de felicidad y satisfacción de su día, y cómo, agotados pero hinchados de emociones, se duermen sin más.

Este año Arnau ha cumplido cuatro años. Estuve muchos días pensando en si era ya el momento o no de organizar una fiesta de cumpleaños con los compañeros del cole. Sin embargo, el miedo a que saliera mal, a que, como he leído alguna vez, fuera una fiesta de cumpleaños solitaria me frenó. Porque se hace difícil decidir qué hacer, y encima si es el primero de la clase en cumplir años, peor. El caso es que lo comenté por ahí a algunas mamis y ellas mismas me dijeron:"calla, calla, ya habrá tiempo". Así que entendí que "nadie" las prepara aún. Lo único que sí hice fue llevar bizcocho y chocolate al cole para celebrar ahí su cumpleaños (para Arnau un tubo de galletas maría que es lo único que le gusta). 
Evidentemente, en casa sí lo celebramos. Como cada año, reúno a toda la familia en casa y hacemos una merienda o una comida al estilo pica-pica. Es la fiesta de Arnau. Pero ya sabéis, nuestras piezas TEA son seres especiales, que van más allá de los regalos y pasteles y personas. 

Los cumpleaños, como carnaval o Navidad, son algo que me da miedo o pereza, no lo sé. Consciente de la poca participación de mi pieza TEA, es un mal momento para mí. Porque duele. 
El primer cumpleaños de mi pieza TEA fue por todo lo alto. Era pequeño y todo parecía ir viento en popa. No sabía soplar, era pequeño. No sabía poner un sólo dedo, era pequeño. Se miró los regalos, pero de lejos, era pequeño. Fue un día muy bonito. Lleno de aquella felicidad que todo papá y mamá tienen cuando su renacuajo llega felizmente al año de vida. Éramos felices, disfrutábamos de mi pieza TEA. Era un torbellino que aún no andaba porque se movía mejor encima de su camión, un torrente de alegría diaria con sus risas y sus sonrisas y sin sus pocos llantos. Le costaba dormirse, pero una vez dormido, dormía feliz como una perdiz. Nuestro gordito ya tenía un año.



Cuando cumplió dos años, a pesar de la alegría de tener a todos los míos a mi lado, mi hijo lloró y mucho mientras le cantamos el cumpleaños feliz, se largó a su habitación, a esconderse de todos y cada uno de nosotros. No abrió ningún regalo, no disfrutó. No sopló las velas, porque no sabía soplar. No puso un dos en sus dedos mullidos, porque no sabía imitar a los demás. No comió nada porque todavía no quería comer sólido. Y los globos... los globos ni se los miró.



Llegó el día de su tercer cumpleaños. Un año más, reuní a toda la familia, esta vez unos días más tarde para que sus primos pudieran jugar a futbol en el jardín, o saltar a la colchoneta. Aquel año, mi pieza TEA siguió sin soplar las velas, porque no sabía, siguió sin abrir muchos regalos, aunque sí de fijó que había uno que llevaba el escudo del Barça y lo señaló. Ese año, descubrimos que si cantábamos todos juntos la canción del cumpleaños feliz y hacíamos bravo a la vez, él no lloraba y también hacía bravo... así que lo hicimos. Ese año, salió al jardín a saltar con sus primos a la colchoneta y ese año, robó croquetas, varias croquetas. Sin embargo, no hizo el tres con sus deditos mulliditos, seguía sin saber qué era imitar. Y los globos... los globos los peté yo al día siguiente.



Y un año más, volvíamos a estar en fechas de celebrar su cumpleaños. Como el año anterior, decidimos hacer la fiesta a finales de mes para que no hiciera tanto frío y los niños pudieran jugar en el jardín. Este año, mal asunto. Este fin de semana pasado fue de los más fríos de este invierno, llovió, nevó y la ventolera era digna de película. ¡qué horror! pobres críos y pobre Arnau, todos encerrados en mi casa, sin poder jugar a fútbol, sin poder correr arriba y abajo. Mi hijo sin poder saltar con su animadora particular (gràcies Martinilla). Se esperaba un día duro. Sin embargo, y ya creo que es una costumbre en mi día a día, la vida me da sorpresas, y mi pieza TEA me da más sorpresas todavía. 
Siempre es algo durillo arreglar la casa, preparar la mesa y la comida cuando mi pieza TEA no tiene ganas de entretenerse solo. Pide e insiste en que estés por él, que vayas con él a la cama grande a jugar a cosquillas o lucha libre o a saltar, te absorbe de una manera inhumana y tienes que ceder porque no queda otra opción. Pues bien, este fin de semana, no sé por qué pero nos dejó hacer, arreglé la casa y adorné la mesa a placer. SuperpapáTEA pudo hacer sus manjares libre de tirones de camiseta y de brazos de mi pieza TEA. Incluso estaba especialmente contento, alegre, corría feliz arriba y abajo del pasillo, como si supiera que aquél era su día. 
Yo como cada año, le compré globos, muchos globos. Y mientras los hinchaba, mi pieza TEA se escondía pero una vez todos en el suelo los chutaba con sus pies y los reunía todos juntos y se los miraba, y los cogía y los tiraba al aire, en definitiva, jugaba con ellos.
Llegó toda la familia, y todos comimos. Arnau ya no robó croquetas como el año anterior. Iba cogiendo de la mano primero a mi, después a su padre, acto seguido a su abuelo y finalmente a su animadora para que le diéramos permiso para coger un  croqueta. Incluso, en una de esas veces, su abuelo le preguntó si quería una croqueta y, alto y claro, dijo: "shi".
Este año, Arnau estuvo casi todo el rato con sus primos, no jugó con ellos, salvo con la fantástica animadora con la que se divierte de los lindo, sin embargo estuvo con ellos a su lado, mirando qué hacían, a qué jugaban. Les dejó tocar todos sus juguetes y corrió, y se rió y saltó y buscó globos. No sopló, porque no sabe, pero le estoy enseñando. No ha puesto cuatro dedos, pero conseguiremos poner los cinco seguro el año que viene. 
No abrió ningún regalo, pero es que tenía faena con su animadora y en disfrutar de su fiesta. Y es que este año, sí. Este año ha sido un festival de cumpleaños, de aquellos de enmarcar y recordar muchísimo tiempo.