MUCHAS GRACIAS POR SEGUIR NUESTRO BLOG

lunes, 12 de diciembre de 2016

PARQUES Y TRIUNFOS

Desde muy pequeño, los parques han sido como el refugio de diversión de mi pieza TEA. Desde pequeño los toboganes le encantan, grandes o pequeños, eso de igual. Y de hecho todo lo que sea algo plano e inclinado suele servir para hacer de tobogán. No importa que sea la rampa de un garage de juguete, tiene forma de tobogán y yo me siento e intento tirarme, o que sea un tobogán tamaño playmobil, yo me pongo encima e intento tirarme. O quizás los espejos inclinados de las zapaterías que, evidentemente parecen un tobogán y para eso lo voy a usar. También un sillón que con gran trabajo ha aparecido tumbado del revés... pues sí, también es un tobogán. Y así con un montón de objetos o piernas o bañeras que tengan cierta inclinación... Y sólo toboganes, y sólo los que fueran abiertos, no en forma de tubo, y solo los que fueran rectos, sin curvas ni formas raras... 

Desde siempre, en busca del tobogán perfecto, de aquel que le entusiasmara. De pequeño con un tobogán dentro de casa durante los meses de invierno, para que pudiera disfrutarlo. Ya más grande y con el buen tiempo el tobogán salió al jardín. En casa de los demás, si hay un tobogán no importa nada más, ni coches, ni pelotas, ni muñecos, ni nada.  Su vida pasaba por probar todos los toboganes. Y así sigue.


Durante estos primeros años, un parque sin tobogán, no era un parque en el que estar y pasar el rato. Mi pieza TEA se dedicaba a correr arriba y abajo del parque, observando extrañezas suyas como los bancos alineados, las columnas de la rampa alineadas, la distancia de aquí a allí o ensimismado en el miedo a las palomas. Probábamos sin éxito los columpios. Era subirse y mecerlo y empezar a hacer pucheros, querer bajarse. Cuando empezó a decir cositas, un día que lo subimos a uno directamente nos miró y dijo:"ui aijar" (vull baixar/quiero bajar). Empezó a perderle un poco el miedo, pero no era lo suyo. Mejor correr y sus toboganes, algo que conoce a la perfección y que controla.  También intentamos subirlo a los muñecos balancín que de pequeño ni caso y un día descubrió que el vaivén le gustaba, pero lo descubrió tarde y la mayoría le quedan pequeños. Sin embargo él insiste en subir y ahí le ayudamos y hasta hace muy poquito éramos superpapáTEA o yo quien lo impulsábamos para que se moviera. Así que en dos minutos se cansaba y a correr otra vez o a probar de nuevo los toboganes mil veces probados. 

Así que, los parques eran para mí un rato de diversión, de verle feliz y jugando como los demás nenes, y un rato de descubrir nuevamente que mi pieza TEA tiene su peculiaridades y es un nene que juega diferente a los demás. ¿Pena? No. La verdad es que no. Lo que más valoro cuando voy a un parque, es que él esté feliz, que disfrute del ratito que estamos allí. Que me pida ayuda si quiere subir por unas escaleras difíciles o que desborde energía  bajada tras bajada. 

Nunca se ha escapado. Pero también es verdad que aunque ya casi tiene cinco años, sigo siendo su sombra, esa sombra pesada que no le quita ojo, que comenta la jugada si hay otro niño para que el otro tome paciencia o la madre no se preocupe. Soy de esas mamás que van diciendo: "vigila el nene que es pequeño" o "no te tires que tiene que salir la nena" o "espera a que el niño baje"... Frases que digo para protegerlo en realidad. De los otros niños, de malas miradas de las otras mamás cuando se le ocurre pasar sí o sí por ese lugar haya o no un niño primero. Evitar entrar en posibles problemas y evitar tener que dar explicaciones que si no hacen falta, no hacen falta.  

¿Por qué cuento esto? pues lo cuento porque los avances de nuestras piezas TEA a veces son tan sutiles y parecen tan poca cosa vistos desde fuera que a veces me da la sensación de estar loquísima. Es cierto que celebrar que dice sílabas o palabras enteras tiene su lógica cuando durante cuatro años las conversaciones entre mi pieza TEA y yo eran conversaciones silenciosas, basadas en miradas conocidas, en manos que cogen y arrastran, en abrazos inesperados o en gruñidos enfadados. También es cierto que celebrar que come sólido o ha probado un alimento nuevo es gran motivo de celebración y satisfacción. O controlar el pipi, o controlar la caca, o beber solito de un vaso. O ver que tiene la suficiente fuerza en la mano para coger la cuchara y comer solo. O cuando supera rigideces extremas o miedos inoportunos. Esos son los avances obvios, los que la familia y no familia celebra, los que son importantes... Se hace mayor, es más autónomo, ha madurado, empieza a hablar... es una luz brillante en el camino.

Y contenta, evidentemente, con estos superavances. Toda superación de miedos de mi pieza TEA es para mi un triunfo, al igual que cuando decidió por él mismo comer sin ayuda de mamá o papá. Sin embargo hay otros, que esos sí, esos me encantan, me emocionan, me dan vidilla. Son esos que más de uno pensará que vaya estupidez. Y yo pensaré no sabes bien que la estupidez es lo que tú estás pensando. Estos otros avances, los  he visto en los parques. ¿Qué he visto? he visto superar miedos. He visto subirse a mi pieza TEA a lo alto de unas escaleras y no pedir ayuda para saltar. He visto cómo prueba su fortaleza. He visto a mi pieza TEA reírse a carcajada limpia porque de golpe se ha dado cuenta que estaba pasando por una red por arriba, como hacen los demás niños. Ha sido consciente de que se ha superado a sí mismo. 

He visto a mi pieza TEA ir a probar otros juegos además de los toboganes. He visto correr a mi pieza TEA hacia los columpios y pedirme que le suba y se ha dejado empujar. He visto a mi pieza TEA, reírse y disfrutar sobre un columpio. He visto como se mecía solo en el balancín. Y ayer, ayer vi, algo grande, muy grande. Ayer vi mil maneras de subirse a un columpio, sin miedo sin titubeos. Vi ponerse en marcha la imaginación de mi hijo. Vi a mi pieza TEA haciendo algo que casi todos los niños hacen. Como un niño cualquiera. Y celebré ver esos pies que se ponían de puntillas tirando columpio y culete atrás atrás para darse impulso. Vi a un niño que prueba columpiarse boca a bajo, columpiarse de pie, caerse de culo, hacer girar sobre sí mismo el columpio. Vi un niño disfrutando en el parque.

Y eso, aunque suene frívolo, aunque sea un nimiedad, es lo que celebro cada vez que vuelvo del parque, lo que me entusiasma. Y lo que me decide a seguir llevándolo al parque. Porque llevarlo no es problema... Toca trabajar el irnos... Así que pa'lante, siempre pa'lante.



miércoles, 30 de noviembre de 2016

CANCIONES DE MI PIEZA TEA: IMAGINE

Hay canciones que pasan sin pena ni gloria, que sólo cuatro locos agradecen que se haya compuesto y cantado, o quizás salen a la luz por gracia y obra del poderoso caballero don dinero. Y piensas... "¿tanto talento esperando la oportunidad y esto es lo que vale?". Otras veces, el verano se llena de hits inolvidables pero que no pondrías nunca en un "varios"... Canciones como la del Tiburón, o el tractor amarillo o incluso la famosa la Barbacoa... son canciones que acompañan un verano, que asociamos muchas veces a momentos mágicos de la adolescencia o a lo aburrido de aquel verano sin los amigos de siempre. Sin embargo, acudimos a ellas cuando decidimos dar un toque más divertido a cualquier reunión o fiesta que se preste.

imágenes extraídas de internet
Después están aquellas canciones que cada uno tiene como un tesoro, que no pueden faltar en el famoso "varios" por mucho que la hayas escuchado millones de veces. Son aquellas canciones que casi casi nos definen. Son las que nos ayudan a hacernos una idea de cómo es esa persona. Yo a veces pienso que soy difícil de descifrar. Canciones de Frank Sinatra, de ACDC, de Joaquín Sabina, algún clásico de Pink Floyd (y no precisamente el "I wish you were here"), alguna canción de la Unión, o alguna canción pegadiza del momento... Parece que viva en el pasado, que no quiera avanzar, pero es que sin mis canciones de siempre no puedo vivir. Porque todas estas canciones me las sé de pe a pa, porque puedo cantarlas de principio a fin, sin equivocarme, porque si necesito sacar rabia pongo una de ACDC, si necesito emocionarme un poco y sacar lagrimilla ahí está "Vivir al este del Edén" y si quiero conducir como si flotara en una nube Frank Sinatra me canta "Come fly with me". Y si ya es necesario subir la moral y tirar pa'lante siempre  tocará Dire Straits y su "Sultans of swing".

Y ya por último están las canciones de culto. Aquellas que sí o  sí, pasan de generación en generación, que se convierten en himno durante una fase de nuestras vidas, sobretodo cuando buscamos nuestro lugar en el mundo, cuando queremos formar parte de un grupo, de algo. Son clásicos entre los clásicos... Led Zeppelin, The Doors, Beatles o los Rolling Stones... Da la sensación cuando eres adolescente que conocer estos grupos y venerarlos es lo más. Eres más interesante, sabes de música, de la buena música. Y encima culturizas a la prole mostrando lo geniales que son los Doors y toda la historia que llevó en la espalda Jim morrison. 

interior de dos libros de COU
Suelen ser grupos de culto más que canciones de culto. Pero si hay una canción universal, que generación tras generación se ha cantado, se ha vivido y se ha convertido en el mayor himno donde los haya, es "Imagine" de John Lennon. Cada uno lo interpreta a su manera... Paz mundial, una sociedad mejor, un mundo más bonito, un sueño por el que luchar. No recuerdo bien que fue para mí "Imagine" en mi adolescencia. Sólo sé que un viejo amigo, un grande en lengua inglesa me la escribió enterita. Y que yo, con esa hoja escrita con letra minúscula y muy inclinada hacia la derecha, me la aprendí, intentando pronunciar lo mejor posible todas las palabras que componían ese himno. Y creo, ahora recordando con mucha perspectiva que para mi "Imagine" era la esperanza, el creer que algún día habría un mundo en el que encajaría yo, chica tímida y del montón donde las haya, que se esconde entre bastidores porque le da miedo pisar el escenario de la vida.... Por todos lados escribía palabras que daban pistas de cómo me sentía por aquel entonces. Los libros de texto petados de frases célebres o títulos de canciones deprimentes pero que me encantaban... Y a la vez, bien grande, también aparecía Imagine. Porque esperaba algún día poder sonreírle a la vida. Encajar o avanzar, ir a la par de los demás, que la soledad me abandonara.... y es que con mis historias mentales dejé escapar la locura de la adolescencia... Pero eso es pasado, y lo pasado, pasado está.

"Imagine" desapareció de mi vida durante muchos años, porque le gustaba a mucha gente, porque se hacía pesada, porque me recordaba muchas cosas, no sé. Hasta que volvió a formar parte de la banda sonora de mi vida. Mi pieza TEA la puso para nosotros. La primera vez que tuvo una temporada de oirla una y otra vez fue a través de un bonito vídeo de youtube de un león que se reencontraba con la persona que le salvó la vida. Un vídeo que corrió por whatsapps por lo tierno de las imágenes. A mi pieza TEA le chifla ver videos en el móvil y descubrió el del león. Tenía dos años. Y podía ver la emoción en sus ojos escuchando a Lennon cantando Imagine, o quizás se emocionaba al ver los sentimientos expresados en las imágenes. No lo sé. El caso es que le gustaba y podía ponerlo 20 veces si era necesario. Hasta que un día le dio. por borrar todos los vídeos del móvil y nunca más lo vio.

Pues hace un par de meses, como hago de vez en cuando, cambié mi usb de música en el coche. Y lo único que hice fue copiar pegar, de canciones que tenía en el ordenador. Pues bien "Imagine" se pegó en el USB. Y mi pieza TEA, la reconoció, y decidió que le gustaba mucho esa canción, que era necesario escucharla cada día. Y que yo no me podía negar. Así es que cada mañana y cada mediodía, antes de bajar del coche y entrar al cole, mi pieza TEA, con sus deditos mullidos busca los primeros acordes de "Imagine" y cuando la encuentra, ahí se queda, embelesado, mirando al infinito, escuchando como si fuera la primera vez ese himno a la paz. Y yo me lo miro y pienso que quizás él esté imaginando un mundo mejor, un mundo que él pueda comprender y que los de fuera puedan y quieran comprenderlo a él. Un mundo donde no se excluye a nadie, donde todos y cada uno de nosotros contamos, un mundo donde las risas y sonrisas es lo que vale y que si aparecen lágrimas siempre haya un abrazo sincero, un beso en la frente o una mirada de comprensión. Donde no se juzgue a nadie, donde todo el mundo quiera entenderse... Un mundo utópico, un mundo imaginario... o quizás un mundo que un día será real.


miércoles, 23 de noviembre de 2016

ANTES Y DESPUÉS

De vez en cuando a todos nos da por ordenar aquel cajón que abres a menudo pero que cuesta de cerrar porque está lleno de cosas. En realidad es el cajón de los medicamentos, o quizás es el cajón del escritorio donde teóricamente guardas ordenadamente tus lápices, tus bolígrafos, unos cuantos clips, el tippex, los post-its, tijeras... y un millar de cosas más que no sabes ni que existen.

El día que nos da por sentarnos frente a ese cajón, abrirlo y sacar todo lo que allí se esconde para volver a guardarlo curioso, ese día descubrimos más de una vez tesoros olvidados. Una entrada que nos recuerda aquella tarde de teatro, ese paseo previo por el Gótico de Barcelona, con un frío espectacular pero que daba igual porque era un momento bonito, compartido, con ilusión. O encontramos aquel lápiz que tanto nos gustaba porque era de minas y era el que siempre habíamos utilizado. No sé. Muchas veces, al ordenar cajones abrimos de paso las puertas de la memoria. Aparecen recuerdos olvidados, o a veces ni recuerdos olvidados, sino sencillamente borrosos que sabemos que están ahí que algún día los recuperaremos para volver a hacerlos nítidos, con colores vivos y alegres. 

Pero es cierto, que cuando nos adentramos a ordenar cajones, también nos alegra desprendernos de objetos que no sirven para nada, o que su recuerdo no tiene ese valor extra que tienen otros. A veces llegamos a llenar una bolsa entera y pensamos cómo es posible que en un cajón tan pequeño hubiera tanto trasto. 

Y es que ordenar un cajón o un armario, o el baúl de los juguetes de los niños es un ejercicio increíble para las emociones. Ordenar nos pide ser fuertes para desprendernos del pasado, no ayuda a recordar bonitos momentos o nos abofetea con un mal recuerdo enterrado y casi olvidado. Ordenar nos da impulso para cambiar... Aunque reconozco que a mi me cuesta ponerme.

Sin embargo ayer decidí ordenar. Pero no eran cajones, ni armarios, ni estanterías. Eran carpetas. Pero no carpetas físicas como las que llevan los nenes al cole, eran las carpetas de mi ordenador... Mis imágenes, Mis descargas, Mi música, Mis documentos... La idea era dejar ordenado todos los apuntes y actividades de las distintas asignaturas de la carrera. Y encontré un documento llamado "Dia a dia" ... De golpe recordé qué era. Recordé muchas de las cosas que escribí ahí. Y lo abrí y lo leí. Son 13 páginas de un diario escrito para que algún día mi pieza TEA lo leyera. Era explicar las cosas del día a día que nos ocurrían en casa. La idea era dejar por escrito aquellas pequeñas cosas que mi pieza TEA iba consiguiendo desde que nació. Se quedó a medias, pero ayer entendí que tiene un principio y un final. Que en ese documento entran las esperanzas de una madre feliz con su bebé, que aparecen las primeras preocupaciones, que se describen muchos signos que entonces no tenían importancia, pero que ahora, releídos de nuevo, daban muchas pistas del autismo de mi pieza TEA. Fue duro ir leyendo y ver cómo explicaba con inocencia y como normal cosas tremendamente características de muchas piezas TEA... Juguetes luminosos y con música, movimiento excesivo, obsesión por mirar luces de un radiador, disfrutar y conectar con él a través de la música, no hablar, llorar como un bendito en su segundo cumpleaños mientras cantábamos el cumpleaños feliz... Pero lo bueno, lo tremendamente bueno fue, que mientras leía no lloré, no me derrumbé por lo que pudo haber sido y no sabemos si será... Porque señores, lo que pudo haber sido y no fue no entra en mis planes con mi pieza TEA. No. Será o no será, quizás sí o quizás no. No pienso, no imagino, sólo sigo, sólo ando, como los burros, pa'lante, siempre pa'lante, de la mano de mi pieza TEA, apoyándome en superpapá TEA observando cómo aguantan la red los otros 16, por si caigo, por si arrastro conmigo a mi pieza TEA y a superpapáTEA. 

Así que hoy, quería compartir el principio y el final de ese documento, pero no. Sólo quiero compartir el principio. La parte bonita la que tiene esperanza, la que disfruta de su hijo y sus cositas... El final, el momento del diagnóstico, ese da igual. Porque cada uno lo vive y llora como puede, cada uno se lo echa a la espalda a su manera... y porque no, porque las penas ya sabemos cómo se viven y porque vale la pena recordar que siempre hay partes buenas, partes bonitas y son las que merecen la pena. 

Como siempre, lo pongo en catalán para que quien me conozca ponga mi voz, después, como siempre, os lo pongo en castellano. 

"Estàs a punt de fer dos anys Arnau. Han passat molt ràpid, tant que encara no m’ha donat temps a conèixe’t del tot. Dos anys en els que t’he vist dia a dia iniciar el teu particular camí cap al món. Des de que vas néixer has mostrat un caràcter únic, una manera particular de moure’t en aquest món una pèl estrany, difícil potser, però sempre amb un somriure i una alegria immensa en la teva cara. El primer cop que vas somriure va ser el dia que feies un mes. Tan grassonet, amb aquesta mirada tan neta i noble que tens. Les llàgrimes em van venir als ulls perquè em somreies a mi, a la teva mare. Va ser preciós. Però un dels millors regals que m’has donat va ser la primera rialla, carcajada en toda regla. Era el dia de la mare i amb el papa vam anar a passejar per Cambrils. Quan ja érem dins del cotxe, tu dins del cuco lligat i mirant cap amunt vas veure que la teva rateta, el drapet que t’ha acompanyat fins ara en els teus somnis, et mirava, amb les seves orelletes de mides tan diferents… i llavors, vinga a riure. Era un so tan bonic tan ple de vida i de fet t’és fàcil fer-te farts de riure, amb pessigolles, amb jocs de córrer, amb formes diferents de posar objectes…. Mai, Arnau, no perdis mai aquesta rialla que ens omple de vida a casa, que ens fa riure a nosaltres també i ens permet compartir sentiments als tres."


"Estás a punto de hacer dos años Arnau. Han pasado muy rápido, tanto que todavía no me ha dado tiempo a conocerte del todo. Dos años en los que te he visto día a día iniciar tu paricular camino hacia el mundo. Desde que naciste has mostrado un carácter único, una forma particular de moverte en este mundo un poco extraño, difícil quizás, pero siempre con una sonrisa y una alegría inmensa en tu cara. La primera vez que vas sonrisa fue el día que hacías un mes. Tan gordito, con esa mirada tan limpia y noble que tienes. Las lágrimas me vinieron a los ojos porque me sonreías a mí, a tu madre. Fue precioso. Pero uno de los mejores regalos que me has dado fue la primera risa, Carcajada en toda regla. Era el día de la madre y con el papa fuimos a pasear por Cambrils. Cuando ya estábamos dentro del coche, tú dentro del cuco atado y mirando hacia arriba viste que tu ratita, el trapito que te ha acompañado hasta ahora en tus sueños, te miraba, con sus orejitas de tamaños tan diferentes ... y entonces, venga a reír. Era un sonido tan bonito tan lleno de vida y de hecho te es fácil hacerte hartos de risa, con cosquillas, con juegos de correr, con formas diferentes de poner objetos .... Nunca, Arnau, no pierdas nunca esa risa que nos llena de vida en casa, que nos hace reír a nosotros también y nos permite compartir sentimientos a los tres."


viernes, 11 de noviembre de 2016

DESENTERRAR UN SUEÑO OLVIDADO

Cierro los ojos y los veo. Como casi cada mediodía mientras superabuelaTEA terminaba de hacer la comida. Cierro los ojos y los veo ahí todos sentados, en orden, estáticoS. Todos me miran con ojos expectantes y no se mueven.Tampoco quieren hablar, pero yo les hago hablar. En mi mente ellos me hablan, me cuentan sus cosas, me explican la lección y desean ser adoptados. Hay algunos a los que adoro, a los que no cambiaría por nada del mundo, y otros, no muchos, que me daría igual que se fueran o que no estuvieran. Estos últimos llegaron sin pedirlos, sin ganas de tenerlos, pero al parecer eran lo más del momento.

Cierro los ojos y veo esa carpeta rosa llena de hojas cuadriculadas partidas en ocho partes y grapadas. En total 32. Para catalán 16. Para castellano otras 16. Sigo mirando dentro. Ahí está. La lista. Por orden alfabético. Con varias hojas cada una de una asignatura. Todas con los nombres por orden alfabético. Como debe ser. Al lado de cada nombre pequeños recuadros con números. Algunos sólo dieces, otros oscilando con los ochos y los nueves, otros, perdonándoles la vida con seises y cincos, y como ocurre en la vida misma alguno que otro con ceros, bien redondos, bien grandes.

Cierro los ojos y recuerdo... Bea, Dulce, Esther, Kikosito, Leslie, Mireia, Montse, Nina, Romina, Sergi, Tiernecito, Tono y Tona. Faltan tres, pero mi recuerdo ya no me permite encontrarlos. O quizás mi memoria me falla y no eran 16 y eran 13. No lo sé, pero apostaría por 16. Esos 16 muñecos que me hacían volar la imaginación, sacar y desarrollar el juego simbólico... aquello de lo que carece hoy por hoy mi pieza TEA y que quizás algún día surja... o quizás no. No lo sé.

Algunos de mis muñecos (imágenes extraídas de internet)

Y es que mis muñecos eran mis alumnos. Jugaba a ser maestra. A enseñarles cosas tan simples como las semejanzas y diferencias entre la i y la j (tenía dos láminas una con cada letra, escritas de mi puño y letra con un rotulador mágico que pintaba en color plata y dejaba el borde azul. Jugaba a hacerles dictados uno en catalán y otro en castellano. Los escribía yo en la libreta de cada uno. Y cada muñeco tenía su propia letra y su libreta decorada acorde al color de su forma de ser. Y es que en mi imaginación ponía en marcha los tópicos (reales o no) de las preferencias de los maestros con sus alumnos. Los que me gustaban, como Kikosito, Sergi, Montse o los gemelos Tono y Tona, esos, tenían una letra preciosa, decoraban su libreta con colores brillantes como el naranja, el amarillo el verde o el lila. Los que me gustaban pero menos, como Dulce, Mireia, Bea, Nina y Tiernecito, esos empezaban a tener menos buena letra, y decoraban sus libretas con rojos y azules oscuros. Finalmente, los que no, que no me llamaban ni me atraían como Leslie, Romina o Esther, esos tenían mala letra y decidían decorar sus libretas con marrones, negros y grises.

Y es que, quizás los tópicos sean sólo eso, tópicos, pero si yo lo hacía así es porque en el cole lo vivía así. Y yo me veía como una Nina o una Mireia cualquiera, del montón, de las de notable. Aunque eso, eso ya da igual. Lo importante son las horas que perdían jugando a ser maestra. Lo importante es que yo sabía que quería ser maestra. Estudiar para ser maestra. Enseñar a los niños a leer, a aprender ortografía. Reñir si era menester y abrazar la mayor parte de las veces. Quería ser maestra. Estudiar para maestra... Sin embargo, en su momento, dejé olvidado ese sueño. 
Y con 18 años me adentré en el mundo de la mente, en pensar que podría ser una Freud y analizar a las personas. Me adentré en la carrera de Psicología buscando respuestas a mis temores escondidos, buscando cómo salir de una tristeza extraña que no me permitía ser feliz. Pero no encontré nada de eso. Una carrera que tiene que ser humana, que tiene que hablar de emociones y sentimientos, me habló de genética, de neurobiología, de estadística, de procesos mentales, de baterías de test, de selección de personal, de psicología colectiva, de etología (muy divertida por cierto), de experimentos con ratones... 
Y sólo, tan solo en las asignaturas de primera infancia, segunda infancia, adolescencia, madurez y senectud vislumbre un rayo de humanidad. Encontré un poco aquello que andaba buscando y conocer a mi querido Carl Rogers me sirvió para entender por fin qué hay que hacer, qué debemos hacer para mirar el presente y el futuro con la cabeza bien alta. Encontré con Rogers ese humanismo que creía que era la psicología. Y durante cuatro años, tomé de aquí y de allí, acepté premisas, refuté otras y creé mi propia psicología. Aprendí de los errores y de las penas, de las caídas y de las alegrías. Y me convertí en una parte de lo que hoy soy.  Y me licencié en Psicología, y nunca ejercí. 

La vida me dio la oportunidad de desenterrar un sueño olvidado. Durante siete años aprendí a ser maestra, pero a serlo como me dictaban desde dirección. Disfruté y lloré por mis niños de los que me despedía año tras año. Y como conté, hace algún tiempo en la entrada ¿Volveré?, tuve que despedirme de nuevo de mi sueño de infancia. Y me adentré de lleno en una palabra que en mis años de universidad solo era una enfermedad más, rara, extraña... que se llamaba Autismo. Aprendí de mi pieza TEA lo que ni en cuatro años de facultad ni siete de profesión de maestra pude aprender. Aprendí que autismo son niños, únicos, diferentes pero con los mismos derechos y oportunidades que se merecen los demás. Aprendí que el camino es más largo, más angosto, con pocas bajadas y muchas muchas cuestas. Que a veces hay tramos llanos que te permiten relajarte pero siempre a la expectativa de lo que habrá después de la siguiente curva. Aprendí que el tópico de infancia de mis alumnos preferidos debía ser eliminado, que todos y cada uno de los niños sean TEA o no, son únicos y especiales y que es función del maestro encontrar lo mejor de cada uno de ellos. 

Y cuando tuve que dejar de trabajar por obligación externa, decidí convertir un sueño en realidad. Y sí, volví a estudiar, y sí estudié una carrera. Y sí, era la carrera de mi vida, la que debí escoger con 18. Decidí ser de verdad Maestra. 

Durante cuatro años, he disfrutado como nadie estudiando una carrera tan bonita y creativa como la de maestro de Educación Infantil. He comprendido que no, que no solo es hacer dictados o aprender números y letras. No, es disfrutar. Durante cuatro años aprendí que mi pieza TEA, no era como los niños que me explicaban en la carrera, que aunque el profesor de lengua me animaba a estar tranquila porque mi hijo de dos años no decía ni mu, algún día lo haría. Lloré porque entendí que mi pieza TEA no era como los demás porque me dieron un diagnóstico, una etiqueta que tendrá siempre aunque yo me empeñe en decir que es un niño, única y exclusivamente eso. Un niño feliz. Lloré cuando en alguna ocasión se puso de ejemplo algún niño con autismo. Lloré porque todo lo que aprendía no lo podía llevar a cabo con mi pieza TEA. Pero disfrutaba, no podía evitarlo. Aquella manera de enseñar, aquella manera de ver a cada niño como ser único con sus cosas buenas y sus cosas menos buenas. 
Y así, entre lágrimas y alegrías inmensas por asignaturas superadas, llegué a lo que ayer conseguí: ser maestra. 

Ahora toca seguir pa'lante, siempre pa'lante. 






jueves, 27 de octubre de 2016

COMER, COCINAR, PARTICIPAR

Mi pieza TEA es un fan del comer bien. Del comer comida casera, hecha con mimo y con sabor. Le gusta la comida de cuchara, algo muchas veces raro de ver en niños pequeños. Come lentejas y garbanzos con sus salchichillas y su chorizito todo bien guisado. Disfruta con ese sabor fuerte y lleno de historia de las cocinas de la abuela. Le chifla comer macarrones hechos con un buen sofrito de cebolla y tomate. Y la sopa, la sopa también le gusta, pero tiene que ser con fideos (pequeños, medianos o grandes, da igual) o con maravilla, si no, se niega a probar bocado. Los canelones son su debilidad. En eso ha salido a su padre y a mí. A superpapáTEA le encantan y yo desde muy pequeñita digo que es mi plato favorito. De hecho, cuentan que para Navidad, concretamente en San Esteban, cuando tradicionalmente comemos sí o sí los canelones de superabuelaTEA, estando todos en la mesa y yo con la edad de mi pieza TEA (4 añitos) dije una de las frases que pasará a la posteridad.

Año 81. La primera cadena puesta de fondo, actuaban grupos de la época hasta que apareció Mecano, con sus canciones ochenteras tipo "maquíllate" u " hoy no me puedo levantar". Yo me las sabía todas porque mi primo mayor me las enseñaba y yo las cantaba, quizás si entender algunas cosas pero era el grupo del momento  y eran canciones pegadizas. Todos sentados en la mesa, en aquella época éramos nueve porque mi abuelo vivía. Mi madre, sacando la tremenda bandeja de 80 canelones recién gratinados y repartiendo... "4 para tí, 3 para tí, tú que comes más 5... va sí que se tienen que acabar" y mientras miraba mi plato escuché los primeros compases de una canción de Mecano y sin más lo solté: "a mi m'agrada Mecano com els canelons" (a mi me gusta Mecano como los canelones). Ojos como platos de todos los adultos y acto seguido risas. Pero era así. Supongo que lo sentía así, tal cual. Mi plato favorito mi grupo favorito... pues me gustan por igual. Y es que no había ni hay canelones tan buenos como los de superabuelaTEA. 

Mi pieza TEA se come todos los canelones que pasan por sus manos. Le gustan tanto que da igual si alguna vez tienen un gusto más fuerte de lo normal o saben diferente. Creo que sería capaz de vivir exclusivamente de comer canelones. En cambio, no es como los demás niños. Mi pieza TEA es incapaz de ponerse una patata frita crujiente a la boca, ni se mira los ganchitos. Tampoco le gustan los nuggets, ni las fantas, ni los zumitos, ni las natillas, ni los helados. Antes, hace un año quizás, me daba rabia que todo lo que gusta a los niños a él le dieran arcadas, hasta que comprendí que tiene un abanico enorme de platos que le gustan, de comidas que podemos encontrar fácilmente en un restaurante,  o que en casa de cualquier amigo se puede hacer. 
Pero lo que más gracia me hace, aunque en realidad, un día podría ser un problema, es ver casi como se le hace la boca agua cuando ve a superpapáTEA trasteando en la cocina. Y es que es papi quien le cocina esos platos tan y tan rebuenos. Me gusta ver cómo se acerca a los fogones y de puntitas mira por encima de la nariz lo que se está cociendo. De hecho, al principio le pedía a superpapáTEA que lo subiera en brazos (desde arriba se ve mejor), después de puntitas y ahora coge el taburete y se lo planta al lado de su padre para mirar a ver que hay (se lo enseñó superpapáTEA). 
Explico esto porque visto el interés por la comida y la cocina, un día decidí cocinar un bizcocho de esos de yogur con mi pieza TEA. Pensé: "con que eche los yogures de harina y azúcar ya seré feliz". Y la verdad es que empezó todo bien. Se subió al taburete y por una vez en la vida estaba atento a lo que íbamos a hacer.... Hasta que casqué el primer huevo y cayó clara y yema en el bol. Fue ver esa cosa viscosa caer y a mi pieza TEA le empezaron a venir arcadas... Se bajó del taburete y no volvió. Fue frustante. Muy frustante. 
La siguiente vez que decidí contactar a mi pieza TEA con la cocina fue dejándole un plato con harina. Y ahí sí. Ahí tocó, manipuló, chafó, tiró la harina a la mesa, la esparció por toda la mesa como si fuera a amasar pizza y cuando se cansó se largó. La cocina hecha un asco, pero yo feliz. Porque sé que disfrutó, que exploró, y que quizás, sólo quizás, cuando esparcía la harina por la mesa imitaba a su padre cuando hace masa de pizza.


Y ahora, como cada año desde que va a la guardería, en época de castañas y boniatos, manda la tradición catalana hacer panellets. Tanto en la guardería como en el cole, los niños hacen las bolitas de mazapan y las decoran. Mi pieza TEA siempre lleva su bol y su delantal por si quizás le diera por participar. La esperanza nunca se pierde, o al menos se intenta.  Pero tanto en los dos años de guardería como en el primero de cole, Arnau decidió no hacer nada. Estar  dos minutos medio obligado y marcharse a otra cosa mariposa. 
Este, el cole, que cada día me sorprende más con el gran esfuerzo y trabajo que hacen con mi pieza TEA, anticipó la actividad de hacer panellets con una secuencia de pictogramas, que me plastificaron y me dieron para que yo también le fuera contando lo que iban a hacer. Y se lo expliqué, una, dos, tres y mil veces, como quien no quiere la cosa.

 

Y llegó el día. Y se lo volví a explicar. Y lo dejé en el cole, con la esperanza de que ojalá quisiera participar. Y volví a buscarlo. Con la esperanza de oír una voz que me decía que sí, que había hecho la actividad, que no se había enfadado. Y sí. Como siempre siempre, mi pieza TEA me sorprendió. Mi pieza TEA fue capaz de sentarse con los demás, toquetear la masa, probar la masa, estrujarla entre sus manos. Sí, mi pieza TEA, participó, a su manera, a la manera que yo aspiro por ahora. Y estoy muy feliz, y me lleno de satisfacción porque sí, porque mi hijo, lo ha hecho... a su manera, pero se ha iniciado en el camino de la cocina.




  
 

sábado, 22 de octubre de 2016

ANORMAL COTIDIANIDAD

Duermen. SuperpapáTEA y mi pieza TEA se han quedado fritos en el sofá uno junto al otro mirando las canciones infantiles que tanto le gustan a mi pieza TEA. Hoy en esa escena yo sobro. No hago falta, no es necesario que esté a su lado, porque es una siesta de padre e hijo, de aquellas que se dan pocas veces pero que cuando se dan son de lo mejor. Por eso no estoy con ellos. No pinto nada, no quiero hacer ruido, no quiero que ninguno de los se despierte, porque es su momento. 
Acaban de marchar unos amigos y se respira una tranquilidad de las que pocas veces se notan. Es como cuando mi pieza TEA se rinde al fin después de un largo día. Sólo oigo la televisión de fondo y el clic clic clicclicclic de las teclas mientras escribo. 
Hace una semana, estábamos de paseo, por la playa. Llevamos a Blau a pasear y a mi pieza TEA a que jugara un ratito en los toboganes de la playa. SuperpapáTEA se encargaba de Blau. Lo llevó a la orilla a notar el agua fría del mar y yo, como siempre, me ocupaba de mi pieza TEA que subía y bajaba del tobogán y se atrevía a saltar desde el peldaño más alto de una escalera de madera. Quería hacerlo solo, ser valiente, pero a la vez tenía miedo y me pedía mi mano, queriéndola coger pero rehusándola cuando me acercaba. Tarde plácida, tarde de la vida cotidiana. Atardecer con luna llena, tremenda luna llena, atardecer con colores imposibles. Una tarde relajada, un fin de semana tranquilo. Eso es lo que pensaba, eso es lo que estaba viviendo. Yo contenta y feliz porque mi pieza TEA me imitaba cuando tosía, que era a menudo porque me había resfriado.
Llegamos a casa con la idea de seguir la rutina diaria de bañito, cena, un ratito de juego y a dormir. Mi pieza TEA se reía a carcajada limpia cada vez que tosía. Y se bañó y partir de ese momento, todo lo idílico de la tarde desapareció de un plumazo. No sé el porqué, no sé que desencadenó la pesadilla que vivimos ese fin de semana, no sé cuándo a mi pieza TEA le dio por cambiar la risa loca por chillidos y lloros histéricos al oírme toser. Como quien no quiere la cosa, empezó a repetir incansablemente el inicio de la canción de "La lluna la pruna" ... Allu allu" decía y yo se la cantaba y él insistía medio llorando. Hasta que el forzar la garganta me llevaba a mi a toser. Lo que quedó de día fue así... "allu allu"... se durmió llorando pidiendo esa canción.
Pero a las cuatro de la madrugada desgraciadamente mi tos le despertó y se iniciaron dos horas terribles para ambos. Por un lado él lloraba de pánico y se mecía repitiendo "allu allu", sin poder sacarlo de ahí, por otro, yo intentaba tranquilizarlo cantándole la canción con tan mala suerte que la tos aparecía una y otra vez. Comí mil caramelos de miel y limón para no toser. Al cabo de una hora con la misma canción y él semidormido pero sin llegarse a dormir, decidí dejar de cantar, obviar su repetida petición y empecé a hablar, de los columpios, de los parques, de lo contenta que estaba de ver cómo se subía él solito al columpio, cosas y más cosas, todo lo que me venía a la cabeza todo se lo decía. Y por fin, a las seis, cerró los ojos, cesó de repetir "allu allu" y el silencio reinó de nuevo. Me fui al sofá con mi tos deseando que todo lo ocurrido no se repitiera. Tuve miedo, mucho miedo. Vi un niño encerrado en una cárcel, lejos de todos nosotros, sin querer coger nuestra ayuda, perdido, vi un niño olvidar de golpe todos los avances de lenguaje que había hecho, ni bona nit, ni gracias, ni aigua, ni nada... todo olvidado. Tuve miedo por si realmente todo eso se acababa de perder. Me dormí pensando que tal vez mañana sería distinto. Pero no, solo verme al día siguiente empezó a repetir el inicio de otra canción... " o inc o de es" (no tinc por de res), solo eso una y otra vez y me cogía fuerte de la mano y me pedía que se la cantara. Y yo intentaba no hacerlo, intentaba desviar su atención y solo lo conseguimos cuando nos fuimos a dar un paseo en coche. Al volver, volvió el "o inc o de es" y se escondió en nuestra habitación con varios juguetes y sin querer estar con nadie. Comió mal y se volvió a la habitación. Por suerte se durmió. De nuevo pensé que quizás era el sueño y que despertaría siendo la alegría de casa, con su risa contagiosa y sus saltos mortales en la cama. De nuevo, el bofetón fue grande porque se despertó peor. Para calmarlo le pusimos videos de canciones que le gustan y estiradito en el sofá se estuvo hasta que a las doce y media de la noche se durmió. Aquella noche dormí de nuevo en el sofá por miedo a despertarlo con mi tos. Decidimos no llevarlo al cole porque no estaba en condiciones, estaba en bucle y no atendía a nada. Eso sí lo llevé al pediatra por si acaso, por si tuviera otitis, o mal la garganta, pero estaba bien. Así que solo podía esperar a que se le fuera pasando su miedo, su odio hacia mi tos. Mientras, cada vez que me entraba la tos me escondía. Al final  de la mañana parecía que por fin volvía a tener mi pieza TEA conmigo, como es ella, alegre, feliz y saltando.
Y en mucha parte así fue y es. Pero ha habido un cambio. Cuando todo empezó a volver a la normalidad, si yo tomé como solución esconderme a toser, él buscó su propia solución. Se quedaba en la habitación y si yo iba a verlo me decía "houa" (hola), saltaba de la cama, me cogía de la mano, me sacaba de la habitación, me decía "adéeeeuuu" y me cerraba la puerta en las narices. Entendí y entiendo que fue una solución inteligente por su parte, evitar lo que no te gusta, así, sin más. Incluso en el coche, hace el esfuerzo de no chillar ni llorar y yo le aviso cuando me viene la tos. 
Pero no vi que era una arma de doble filo. No vi que no querer tos también es no querer mami. Y hoy por hoy, aunque vamos juntos al cole, a pasear o al parque, en casa me evita y no quiere estar mucho rato conmigo. Yo ya casi no toso y espero que poco a poco pueda todo a la nuestra anormal cotidianidad. 
O quizás, quizás va siendo hora de romper un poco esa necesidad de mamá para todo para abrirse paso a él mismo, él por él, él y su espacio, él y otros. Quizás quiera abrir más los ojos al mundo en el que vivimos. No sé. Hoy es así y mañana... mañana quien sabe. 
Mientras tanto, seguiremos pa'lante, siempre pa'lante. 

  


lunes, 17 de octubre de 2016

PIENSO

Pienso, cada día lo pienso. A veces creo que en realidad no escribo sobre autismo. Muchas veces, cuando releo lo que he ido contando, pienso que quizás me tomo un poco a cachondeo el autismo. Leo otras cosas, otros blogs, otras mamis en las redes sociales y suelo leer letras tristes, oscuras, con poca luz hacia la esperanza de un mañana mejor y pienso... "¿escribo para negar la realidad?". No cuento los desencuentros con los tópicos del autismo. No explico malas miradas porque mi pieza TEA corretee por el supermercado en busca de una puerta que se abra por arte de magia. No doy importancia a un día en el médico, cuando no ha querido colaborar. Ni tan siquiera me explayo extremadamente con las rigideces de mi pieza TEA. Las cuento por encima, cuando ya todo se ha solucionado, cuando hemos podido volver a encauzarlo hacia la normalidad de un día a día. 
No hablo del mañana, ni del futuro. Y no lo hago porque para mí no existe. Y si alguna vez mi mente me juega malas pasadas con malos pensamientos, los echo a patadas. No quiero saber nada de lo que va a ocurrir en dos meses, en tres años o de aquí a veinte años. Me niego a no vivir a mi hijo día a día, preocupada por lo que pasará. No expresarlo es como que no existe. Pero no es darle la espalda a la realidad. No eso no es. Quienes me conocen saben que sufro, que mientras está en una etapa de rigideces extremas, lo paso mal. Que los días antes de ir al médico se entremezclan pensamientos de largas esperas, que esa noche duerma mal, que no colabore. O cuando hay un retroceso, no le quito importancia... en el fondo me hundo. Pero es una proceso natural, normal. Pero es para mí y como mucho para los más cercanos... A veces ni eso. 
Pero aquí, en este pequeño espacio, me niego a dejar escapar las miserias de un mal día, de una mala semana mientras se da. Una vez ya ha pasado todo, una vez hemos encontrado una solución, es entonces cuando lo cuento. Es el momento para que mi pieza TEA brille, para que todas las mamás y papás que han iniciado este camino tan abrupto vean que sí, que es posible que las pequeñas cosas de cada día salgan bien. Quizás la solución que he aportado a ellos no les sirve, o sí, pero al menos creo que doy una pequeña luz a la esperanza. 
La vida con nuestras piezas TEA es dura o mejor dicho, diferente. Nunca sabemos por dónde saldrá el sol. Un día esperas lo peor, y ese día, como ya sabéis, la vida te da sorpresas, y ese día le harías un monumento a tu hijo, porque es un campeón, porque lo ha hecho como nadie, porque ha bordado el comportamiento que desde fuera se espera de un niño. Otro día, en cambio, crees que todo será estupendo, que será una jornada redonda y un chispazo, un objeto, un ruido, una palabra mal interpretada... cualquier cosa lo esfuma todo. 
Sin embargo, un día decidí que mi pieza TEA, no era un niño con autismo, no. Mi pieza TEA es ante todo un niño. Un niño que merece ser feliz, que merece reír, saltar y que como cualquier niño necesita expresar su tristeza, su desacuerdo con lo que papá y mamá le obligan. Es lo natural, es lo que todo niño y niña ha vivido. Yo de pequeña también lo viví. Todos hemos berreado por no hacer lo que no queríamos hacer pero debíamos. Todos hemos acabado entendiendo que hay veces que tenemos que hacer cosas que no queremos hacer. Todos los niños se niegan una y mil veces a recoger, como mi pieza TEA. Pero recogen, llorando, con riñas o con alegría. Mi pieza TEA igual. Un día recogerá a la primera y otro día se negará en redondo. Un día me negaré a ayudarlo y otro día colaboraré en ese recoger. 
A veces pienso que frivolizo el autismo. O doy importancia a pequeñas cosas, tipo repetir palabras, o columpiarse, o relacionarse con su Martina o sus otros primos. Pero es que esas pequeñas cosas son lo que me dan vida, son las que me dan alas para creer, para luchar, para intentar llegar al sí se puede. A veces pienso que no aporto nada a este mundo azul... que no hay un fin concreto de este blog. Que no lleva a ningún sitio hablar de un perro que ha llegado a casa, o que un día mi pieza TEA jugó con un globo. 
Pero hay otras muchas, casi siempre, que pienso que el fin de este espacio al que tanto quiero es que las personas que rodean a mi pieza TEA, las personas que conviven con él en casa, en la familia, en la escuela y fuera de ella, o incluso las personas que nunca lo verán, todas todas, conozcan a este pequeño loco que es mi hijo, que vean en él lo que veo yo. Un niño capaz, un niño feliz, un niño que avanza y un niño que quiere estar en este mundo. Hacer comprender a todas estas personas, la gran mayoría, y lo digo en mayúsculas, GRANDÍSIMAS PERSONAS, que no es un bicho raro, que pueden, si quieren, achucharlo, hablarle, sonreírle e intentar conectarlo un poquito más a este mundo. 
Así que, frivolice o no, seguiré escribiendo, las cosas buenas de mi pieza TEA, explicando de pasada episodios difíciles, con o sin solución clara. Y cómo no, seguiremos pa'lante, siempre pa'lante.  


viernes, 14 de octubre de 2016

BLAU

Blau es azul en castellano. Blau es blue en inglés. Blau es bleu en francés. Y en euskera... pues no lo sé... pero seguro que mi vasca favorita nos sacará de dudas... Blau, azul, blue o bleu... es un color. El color que suele definir un día de primavera, con ese cielo azul intenso, sin rastro de nubes, ni blancas ni grises... solo una mancha amarilla que da más brillo a ese azul aéreo. Azul también es el color del mar en verano, cuando el calor no respeta edades, cuando las olas parecen estar más que dormidas, cuando la calma del agua se rompe con el chillido de criaturas adentrándose en ese azul. Azul también es el color que eligen los niños para pintar las gotas que marcan el inicio del otoño. Todas y cada una de las gotas que se dibujan y colorean son azules. Gotas grandes, pequeñas o medianas, da igual.. Son el azul del otoño. Y azul son muchas de las bufandas, gorros o guantes que en invierno se hacen imprescindibles para salir a la calle. El azul está en todas partes, tiene su lugar en cada una de las estaciones, en cada uno de los días. Azul para todo, azul que siempre gusta, azul que combina poco con otros colores, porque el mismo tiene su elegancia, sus tonos... oscuro, clarito, celeste, marino, turquesa, acero... él consigo mismo constituye la combinación perfecta. Y azul, como sabéis, es el color que nos une a muchas familias TEA. De azul se tiñen los edificios el 2 de abril, de azul son los globos que aparecen en las ventanas de las casas el 2 de abril, azul es la marea que nos mueve pa'lante, siempre pa'lante. Azul, aunque a muchos no les guste, es el color del autismo.    
Pero Blau, este azul en catalán, es mucho más que el color que en todos lados está. Blau es un nombre. El nombre que superpapáTEA y yo elegimos para él. Blau es la esperanza de un compañero para mi pieza TEA. Blau es un ser multicolor. Tiene tonos marrones, negros, grises, blancos... un arcoiris de colores de pelo que jamás pude imaginar que se pudiera dar. Blau es el nuevo miembro de nuestra familia. Blau es nuestro superperroTEA. Fue casi sin pensarlo demasiado. A pesar de que superpapá TEA era reacio a tener un perro, accedió a llevárnoslo para casa. A regañadientes y sabiendo que las mascotas tienen un temprano final, me concedió el deseo de volver a tener un perro en casa. Despertó la esperanza de que Blau se convirtiera en aliado inseparable de mi pieza TEA, que mi pieza TEA quisiera empezar a jugar con él, y despertara un sinfín de sentimientos hacia esta pequeña preciosidad. 
Blau, es un perro de montaña. Nació porque tenía que nacer y si no lo hubiéramos adoptado no sabemos si viviría porque tenía que vivir. Blau no se dejó ver mucho antes de acogerlo, correteaba libremente por un pueblo de la Cerdanya. A veces estaba al lado de su madre, a veces se escapaba por ahí. Nos costó dos días encontrarlo, porque no estaba con su madre. Y yo, yo pensaba que el sueño de disfrutar de un perrito, como cuando era niña se esfumaba. Pero dimos con él. Lo encontramos junto a su viva imagen pero en grande. En una casa ajena, entre las patas de su padre, jugaba sin apenas cansarse. Le mordía las patas y el perro grande lo revolcaba con el hocico. Y mientras mirábamos de hablar con el dueño de esa casa ajena, vimos desaparecer como gamos al perro pastor y su miniyo. Felices, libres. El grande con dueño y el pequeño con un futuro incierto. Un cachorro de tres meses más o menos que no había recibido cuidado alguno. Un perro que se topó con una familia con un niño especial, diferente, que se lo miraba y se reía si le perseguía mordisqueándole el culete, pero que chillaba si le oía ladrar. Un niño al que no le apetecía tirarle la pelota ahora sí, ahora también y otra vez y otra. Un niño que se dejaba lamer la mano, pero solo un rato. Un niño que quería y no quería. Sin embargo, a Blau le da igual. Tiene debilidad por mi pieza TEA. Estaría siempre a su lado durmiendo, comiendo, en la bañera... Jamás le ha mordido ni jugando. Parece que espere tranquilamente a que mi pieza TEA se de cuenta que está por él, para él. Inlcuso vigila sus cubos, sin apenas tocarlos ni llevárselos para morderlos. 


Blau ha llegado como un huracán. De hecho, aún tenemos que hacernos a él. Su efusividad matutina, con lametones, saltos, patas en el pecho,... esa alegría sencilla, verdadera cuando llegamos de la calle, todavía nos abruma. Ese robar todo lo que pilla, nos agobia y a la vez nos hace reír, porque el pobre no sabe disimular. Cuando coge un calcetín y estamos nosotros por ahí, no vemos una sombra que se va a la estampida hacia el jardín, sino que vemos un perro que va como si fuera de puntillas, lento, sin hacer ruido, hacia la puerta de la terraza, con las orejas gachas, consciente que lo que está haciendo no es correcto .. y sí, lo pillamos cada dos por tres con las manos en la masa, abortándole la misión de requetuchupetear ese calcetín acabado de lavar, o esa toalla que cuelga del tendedero, o tal vez el trapo de la cocina. 
Y odiamos que cuando se aburre deje el jardín como un campo de minas, lleno de hoyos que escarba en busca de no sabemos qué.
Pero da igual, poquito a poquito, sin prisas, Blau va aprendiendo, es más bueno, sigue intentando tumbarse cerca de mi pieza TEA, lo sigue despertando a lametazo limpio pero sin meter las dos patas en su cara, sino con más suavidad. Y mi pieza TEA se ríe cuando medio dormido nota las cosquilas de una lengua rasposa que le limpia cuidadosamente los pies. Y superpapáTEA se enfada con él pero después babea viéndolo correr haciendo ochos por el jardín. Y yo, lo echo del baño cuando mi pieza TEA va a la bañera o me hace tropezar porque le gusta perseguir mis zapatillas. Pero después, me gusta verlo ahí, tendido bajo mis pies o cuando duerme panza arriba en su camita (que ya ha destrozado).
Y aunque todavía no sea el inseparable amigo de mi pieza TEA, no pierdo la esperanza de que Blau sí sea su fiel guardián. Que quizás algún día sea mi pieza TEA quien lo pasee o que le tire una y otra y otra vez la pelota. Que se ría si Blau se le tira encima cuando mi pieza TEA juega por el suelo. Pero aún es pronto. Mientras, seguiré embelesada mirando a este par de niños que se quieren y se odian. Que juegan pero no del todo, que quieren estar separados pero que el deseo de estar tocándose es más fuerte. Ese pie gordito acariciando la panza de Blau, o esa mano tocando ese pelo largo y suave de Blau. Juntos.




   

lunes, 3 de octubre de 2016

MIRADAS DE MI PIEZA TEA (II)

Al principio de crear el blog, decidí compartir en el blog y en la página de facebook unas fotos a las que les llamo miradas de mi pieza TEA. durante más de un año he sido el ojo fotográfico de mi pieza TEA. He intentado fotografiar aquello que él ve, que le llama la atención, desde su altura, su perspectiva. Un total de 34 fotos que recopilé en un álbum para la página de Facebook. Y ha sido una grata sorpresa verlas todas a la vez, una tras otra. comprobar que no ha sido ninguna tontería ser sus ojos. La experiencia es extraordinaria y seguiremos buscando lugares, objetos, líneas, formas... lo que sea que le chifle a mi pieza TEA. 

Quiero poner en este post estas primeras 34 fotos. Como si de una exposición fotográfica se tratara. Porque vale la pena. Disfrutad los que no lo hayáis hecho ya.