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lunes, 9 de noviembre de 2015

Y LE AYUDARON A SUBIR

Hoy es lunes. El día ha empezado movidito. Mi pieza TEA se ha despertado a las 4 de la madrugada y se ha dormido a casi a las 7 de la mañana, justo una hora antes de levantarse para ir al cole. Así que su despertar ha sido apoteósico. Ni sonrisa matutina, ni perezas uno al lado del otro, ni abracito con sus manos mulliditas, ni canciones de Bon dia. Sólo su carita escondida bajo sus manos, pegada a la pared para evitar despertarse, para hacerme entender que quería seguir durmiendo, calentito bajo esa manta tan suave. Pero el sentido de la responsabilidad me puede, y en eso soy inflexible. Así que como he podido lo he despertado. Y se ha enfadado. Y ha llorado. Y ha hecho pipí en el baño, pero se ha enfadado más porque había una mosca que no paraba de moverse y no la podía atrapar. Y ha seguido llorando. Y yo le hablaba bajito para que se calmara, y se ha calmado. Pero en cuanto he querido seguir con la rutina de cada mañana, ha vuelto a llorar. Así que he hecho de mamá dura, y he seguido mis cosas sin hacer caso a sus lágrimas medio de cocodrilo, medio de rabia por no poder seguir durmiendo. He tenido suerte, como casi siempre. Mi pieza TEA, deja de llorar en cuanto le ignoras un rato. A partir de ahí, viene lentamente, secándose las lagrimitas allá donde esté yo y como si no hubiera ocurrido nada, sonríe y ya podemos seguir la rutina. Desayuno, vestirse, lavarse los dientes, peinarse y al cole. 


Da mucha pena cuando mi pieza TEA, por culpa de constipados, tos, mocos, falta de sueño, no es él. No es ese bichillo que no para quieto, no es el trepador temerario, ni el saltimbanqui de casa. Y más cuando, con buena voluntad lo llevas a un sitio que sabes que el encanta y todo acaba mal. Y ayer pasó justamente eso. En el pueblo donde vivo, hacían la "Festa de l'oli nou", y había castillos hinchables. A mi pieza TEA le vuelven loco estas atracciones. Temerario como es él, no se conforma con los castillos para niños pequeños. Le gustan los que debes subir alto, muy alto para bajar por un megatobogán y así hasta el infinito. Así que ni cortos ni perezosos fuimos directos al de mayores. Arnau estaba flojillo porque está costipado (lo normal en estas fechas), pero la visión de ese estupendo castillo fue suficiente para quitarse los zapatos y tirarse escalones arriba. Todo parecía que iba a ir bien, como siempre. Pero no. Junto a él había más niños, más mayores que él. Y el castillo se movía mucho más de lo normal. Y mi pieza TEA era incapaz de subir por los escalones de goma. Sus primos, a los que debo aplaudir por luchar con él para llegar a la cima, intentaron subirle peldaño a peldaño, pero es tan grandote que era imposible, además apremiaban los otros chavales que también querían subir. Y mi pieza TEA, se enfadó, quizás se asustó, y lloró, ahí sentado, sin moverse. Y yo no sabía qué hacer. Sus primos lo intentaban levantar pero no había manera. Y allí ocurrió, no el milagro, pero sí una de esas acciones que hacen grandes a las personas. Aquellas pequeñas grandes cosas que te hacen sentir bien, que te emocionan como mamáTEA y como mamá normal. 
Nunca sabrá el chico que custodiaba los castillos lo agradecida que le estaré por lo que hizo. Puede sonar tonto, pero es un gran gesto. Sin decirme palabra, se quitó los zapatos, cogió a mi pieza TEA y lo subió, como pudo, con gran esfuerzo hasta arriba. Le dio igual los otros chavales. El caso era que mi pieza TEA llegará arriba y pudiera tirarse por el tobogán. Y pasó. Y por fin pude ver, la sonrisa de felicidad de mi pieza TEA bajando por esa bajada de plástico. 
Y ahí se acabó el día. Le di las gracias al chico y le pedí que sacara a Arnau porque sabía que no estaba disfrutando como siempre lo hace. Y sabía que ayer, como hoy, no era el día de Arnau.



Y es que, como todo el mundo, mi pieza TEA tiene días buenos y días malos. Y hay que aceptarlo, y hay que entenderlo y mimarle más cuando los días son tan feos como ayer y hoy, y disfrutarlo a tope cuando decide que quiere saltar, correr, reír o sentir cosquillas por su cuerpo. Es una persona y como dice superabuelaTEA "él también tiene su alma en su armario" y hay que respetarlo. 

Así que, aunque el lunes haya empezado con mal pie (izquierdo o derecho, da lo mismo), seguiremos sonriendo y pa'lante, siempre pa'lante.



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